Castigar a un malhechor puede ser más gratificante para el cerebro que apoyar a una víctima, según sugiere una nueva investigación publicada en JNeurosci, que midió la actividad cerebral de hombres jóvenes mientras jugaban a un «juego de justicia».
Los participantes del estudio jugaron a un juego en el que dos jugadores, un Taker (tomador) y un Partner (socio), cada uno comienza con 200 fichas. El primero puede robar hasta 100 fichas del segundo, y luego el segundo puede tomar represalias al gastar hasta 100 fichas para reducir el alijo del primero hasta en 300 fichas. Los participantes jugaban como un socio o un observador, que podían castigar al tomador o ayudar al socio gastando fichas para aumentar el alijo del socio.
La investigadora Mirre Stallen, de la Universidad de Leiden, en Países Bajos, y sus colegas descubrieron que los participantes estaban más dispuestos a castigar al tomador cuando experimentaban la injusticia directamente como un socio en comparación con un observador externo.
La decisión de castigar se asoció con la actividad en el cuerpo estriado ventral, una región del cerebro involucrada en el procesamiento de la recompensa y distinguible de la severidad del castigo. Antes de comenzar el experimento, a todos los participantes se les administró un aerosol nasal, con algunos asignados al azar, para recibir la hormona oxitocina, sustancia que se cree que tiene un papel determinante en el castigo.
Los participantes en el grupo que recibieron la oxitocina optaron por aplicar castigos más frecuentes, pero menos intensos. Este hallazgo implica que la oxitocina en castigos correctivos es similar a una amonestación menor para mantener la equidad.