«Un día, con 16 años, llegué del instituto y les solté a bocajarro a mis padres que era bisexual y tenía novia. No esperé a ver su reacción, me fui corriendo a mi habitación y me resguardé debajo de las sábanas. Cuando estuve más tranquila, mi padre me dijo que si yo era feliz, todo estaba bien, y mi madre quitó hierro al asunto recordando que nunca había estado dentro de ningún armario, que con tres años ya decía de la forma más natural ‘qué niño más guapo' o ‘qué niña más guapa', ‘voy a casarme con él, voy a casarme con ella'», recuerda Noelia Mellado, coordinadora del grupo de Políticas bisexuales de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Trans y bisexuales (FELGTB), sobre su accidentada salida del armario. Curioso, sintió más miedo ella al que dirán que sus progenitores. Noelia tuvo suerte, otros jóvenes pasan por un auténtico calvario antes de visibilizarse, o peor aún, sufren las consecuencias de admitir su orientación sexual ante sus familias y amigos.
Según un estudio reciente de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), que en España hizo más de 20.000 encuestas, en nuestro país casi la mitad de la personas LGTBI, sigue sin ser del todo visible en su entorno. Y lo peor es que no parece haber una gran evolución respecto a la primera encuesta sobre la materia realizada por la misma institución en 2012. El diagnóstico final es esclarecedor: Queda un largo camino por recorrer para la igualdad de las personas LGTBI.
Por este motivo, el vídeo del cantante Pablo Alborán, que reveló la semana pasada que era homosexual, es tan importante para el colectivo LGTBI, sobre todo para las generaciones más jóvenes, aunque mucha gente señalara en Twitter, ‘a quien le importa con quién se acuesta'. «Necesitamos referentes. Claro que sí. Siempre es importante que un personaje público, sea un cantante, un político o un deportista hable abiertamente de su sexualidad. Nos hace más visibles, pero ojo, también es fundamental que se implique con el colectivo. Que su salida del armario no sea un simple anuncio; también hace falta que dé un paso adelante y se involucre. Así evitaremos que muchos jóvenes sigan teniendo miedo al rechazo de los suyos», recalca Noelia Mellado.
Cambio de vida
Con referentes, la vida hubiera sido diferente para Ivone Moll, que durante 54 años vivió en el cuerpo de Juan José. En septiembre del 2019 finalizó 12 años de tratamientos al realizarse una vaginoplastia con la que finalmente su físico se correspondió con su identidad, pero hasta entonces su vida no ha sido fácil. «Siempre sentí que era diferente, una niña encerrada en el cuerpo de un niño. Pero si todavía te discriminan hoy en día por ser transexual, imagínate en la Mallorca de los años 70», recuerda Ivone, que durante años se sintió como un monstruo al sentirse atraída por amigos.
Pero conoció a una mujer, se casaron y tuvieron dos hijos, hasta que un día, un compañero de la marmolería donde trabajaba le preguntó si valía la pena desperdiciar su vida por los demás. «Nada pudo ser igual. Intenté suicidarme dos veces, tomaba pastillas para no pensar... Al final pudo el coraje y confesé porque no quería seguir engañando a nadie», recuerda Ivone. Así llegó el divorcio, tuvo que cambiar de trabajo porque el ambiente era irrespirable y empezar de cero, sin apoyo familiar. «Si mi padre me viera hoy por la calle, no me reconocería. Lleva años sin querer verme ni saber de mí», lamenta, al tiempo que agradece el apoyo incondicional de su pareja, con la que lleva doce años, y de sus hijos. «Tardé mucho en aceptar quien soy, pero ahora me siento plena. Quizá todo hubiera sido más fácil si hubiera nacido más tarde o hubiera tenido referentes en los que posar la mirada. Seguro que sí. Pero si mi historia ayuda a las nuevas generaciones, ya me siento satisfecha», finaliza.
Aceptación
Victoria Ruiz le confesó a una amiga con catorce años que sentía un cosquilleo cada vez que coincidía con una compañera. Poco tiempo después tuvo que distanciarse de su grupo de amigos porque su amiga se había encargado de ir contándolo y los insultos disfrazados de bromas entre colegas la hartaron. En la adolescencia estuvo con chicos, pero nunca terminó de funcionar. Prefería ocultar sus sentimientos a todo el mundo, aunque sus amigas y compañeras del equipo de fútbol chismorreaban. Tuvo que llegar a la universidad para liberarse, conocer a una chica e iniciar una relación. Pero ni aun así supo cómo decírselo a sus padres, hasta que su madre encontró fotos de ella con su chica. «Ella se limitó a decirme que tenía que habérselo dicho antes. Me habría quitado años de sentirme rara, de esconderme y de hacer cosas que no deseaba hacer solo para sentirme integrada», señala Victoria, al tiempo que lamenta que en el mundo del deporte, en el que estuvo inmersa muchos años, la gente sea reacia a salir del armario. «Pero el verdadero logró llegará cuando no haga falta que diga que soy gay. ¿Llegaremos algún día a ese punto?», se pregunta.
Julen Salvatierra nació con otro nombre, pero lleva un año hormonándose para ser quien en realidad es. Tiene 20 años, es cantautor y se siente arropado por los suyos, que siempre le han apoyado. «Cuando empecé a salir, tuve un par de novios, pero siempre terminaba cortando antes del primer mes. La cosa no funcionaba. En realidad, me costó más a mí aceptar quién soy que mis propios padres», agrega Julen, que se siente afortunado con el camino que ha tomado. Entre tanto cambio, todavía está asimilando si es un chico trans heterosexual o bisexual. Pero no le quita el sueño. «Todo llegará. Tengo todo el tiempo del mundo para descubrirlo», asegura.
«He llorado más de impotencia cuando un periódico local publicó un artículo de opinión en contra de mi gestión utilizando mi orientación sexual y el bullying que sufrí durante la infancia, que cuando le revelé de forma muy natural a mi madre con 18 años que era gay», confiesa Joan Ferrer, diputado socialista en el Parlament balear y exconcejal de Mobilitat en el Ajuntament de Palma la pasada legislatura. Aunque nunca ha ocultado su orientación sexual, considera que entra en el ámbito de lo privado, pero ha aceptado participar en este reportaje como una manera de visibilizar al colectivo: «No cabe duda de que necesitamos referentes, que hemos avanzado mucho, pero de ahí a decir que no hay nada que denunciar en nuestro día a día, me parece que se deben revisar las redes sociales y la sociedad misma antes de afirmarlo», finaliza.
Testimonios