Dicen que la palabra del año 2020 es «confinamiento», aunque «desinformación» y fake news podrían pujar en la lista como candidatas. En un año convulso, marcado por la pandemia de coronavirus, la figura de Iker Jiménez se ha erigido como una voz seguida por miles de personas. Un faro de opinión crítica, que con datos que dicen partir del pensamiento científico, cuestiona algunas afirmaciones de las tesis oficialistas.
Su particular estilo y la apetencia de muchos por la teoría de la conspiración han dado una notable repercusión en los medios sociales del máximo responsable de la Nave del Misterio y de sus programas emitidos íntegramente en plataformas digitales. También de su programa en Cuatro, en el que últimamente ha retomado el caso de las niñas de Alcàsser, entre otros.
Se han dicho de Iker Jiménez muchas cosas, incluso alguna grave y alarmante. Alguno de los que lo quieren, al parecer, le han alertado de que su labor puede ser incómoda, incluso peligrosa para su integridad. Otros lo han hecho de maneras menos amables.
El propio periodista ha confirmado este hecho en las redes sociales, donde ha compartido algunas reflexiones sobre lo que considera que implica su trabajo como informador y divulgador. Como todo lo que hace, estas líneas han generado una gran repercusión en su abultada masa de seguidores, y han abierto un debate intenso.