Los bulos sobre la vacuna contra el coronavirus continúan. A través de redes sociales se han difundido distintos vídeos en los que supuestamente imanes, cucharas y tenedores se pegan en la zona del brazo en la que una persona ha recibido la inyección. Estas publicaciones aseguran que las vacunas están compuestas por «metales pesados» y que llevan un «dispositivo rastreador».
El portal Maldita.es, a través del proyecto #VacúnaTE, ya ha desmentido esta información. «Si revisamos las fichas técnicas de las distintas vacunas contra la COVID-19 que están en uso en la Unión Europea (UE) y, por lo tanto, en España (Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen) podemos comprobar que no hay 'metales pesados' entre sus componentes.
El vocal de la Asociación Española de Vacunología AEV, Jaime Jesús Pérez, es tajante: «Es completamente falso. Por supuesto que no tienen ni metales pesados ni componentes magnéticos».
¿Cómo se han grabado los vídeos?
En los vídeos publicados se ve claro: los imanes y cubiertos se pegan a la zona en la que se ha puesto la vacuna. Entonces, ¿cómo han conseguido los autores del bulo este efecto? «Mi hipótesis es que gracias a la humedad de la piel o a ejercer una pequeña presión, consiguen que los elementos que utilizan queden sujetos, entiendo que momentáneamente», explica el físico Alberto Nájera, profesor de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS).
Nájera aclara que «si a una cuchara le echamos el aliento y generamos un poco de vaho, podemos hacer que adhiera a nuestra piel durante un rato». Por su parte, Sonia Antoranz Contera, catedrática de Física Biológica en la Universidad de Oxford, señala en el mencionado medio que la «atracción» puede deberse a la humedad de la piel, el calor producido en el brazo por la administración de la vacuna y a otros factores.