El movimiento 'hippie' libertario y pacifista de los años 60 ha dado paso a una nueva forma de rebeldía en el siglo XXI protagonizada por jóvenes de todo el mundo que luchan por hacerse oír en la toma de decisiones enfocadas a transformar nuestro planeta en un lugar más sostenible y ambientalmente más justo.
«La ansiedad ecológica de los jóvenes no responde solo a su rebeldía contra la destrucción del medio ambiente sino que está indisolublemente ligada a la inacción de los gobiernos ante el cambio climático. Los jóvenes se sienten abandonados y traicionados por los gobiernos», reza una de las conclusiones de un estudio elaborado recientemente por cinco prestigiosas universidades europeas.
El estudio analizó las inquietudes de 10.000 jóvenes de entre 16 y 25 años de una decena de países desarrollados y subdesarrollados, muchos de los cuales confesaron sentirse «tristes, asustados y ansiosos» ante el futuro «preocupante» de un planeta enfermo por el «galopante» cambio climático, hasta el punto de que cuatro de cada diez dudaban si tener hijos para someterles a un futuro «aterrador».
Otro estudio reciente de la organización 'Plan Internacional' sostiene que los jóvenes sospechan que la crisis climática seguirá ahondando en la desigualdad humana en el futuro «a menos que actuemos con urgencia».
Sin embargo, reivindican que esa actuación se haga desde los gobiernos pero con la participación de la juventud en los procesos de formulación de las políticas del clima, un apartado en el que prácticamente todos se sienten excluidos.
Es por eso que durante estos días, con ocasión de la COP26 que se celebra en Glasgow, los jóvenes activistas, algunos agrupados en movimientos internacionales como Fridays For Future, Extinction Rebellion o Alianza por el Clima, están reivindicando protagonismo en la elaboración de planes contra el cambio climático y el calentamiento global.
Las protestas y concentraciones que llevan a cabo con ocasión de la cumbre tienen por objeto recordar a los gobiernos del mundo que los jóvenes representan un sector numeroso de población que exige participar en las políticas climáticas y no sentirse lejos de la toma de decisiones.
Al frente de esas reivindicaciones, una vez más, se coloca Greta Thunberg, la activista sueca líder del movimiento juvenil Fridays For Future (FFF) que convoca protestas cada viernes para exigir medidas contra el calentamiento global e inspira a miles de jóvenes a salir a la calle para reclamar mayor acción climática.
Desde su discurso en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático de 2018, Thunberg ha obtenido notoriedad mundial hasta el punto de convertirse en adalid de la lucha juvenil contra el calentamiento global y en favor de la sostenibilidad, atributos que sin embargo no la han servido para ser invitada «oficialmente» a intervenir en la COP26.
«Muchos temen que si invitan a demasiados jóvenes radicales les harán quedar mal», han sido las palabras de reacción de esta impulsora de protestas escolares para «justificar» a su manera la imposibilidad de exponer ante los lideres políticos mundiales la necesidad de buscar y poner en práctica medidas más ambiciosas para conseguir un mundo climáticamente mejor.
Thunberg ha aprovechado para llamar a la movilización de una «masa crítica de gente de la calle que exija cambios» alrededor de la crisis climática, un argumento que defienden también los activistas de Extinction Rebellion (ER).
Los miembros de este movimiento social dirigen sus protestas a los gobiernos y las políticas medioambientales «mediante la resistencia no violenta para minimizar la extinción masiva y el calentamiento global».
En ER se muestran partidarios de la creación de una Asamblea Ciudadana Climática -que, subrayan, «no tiene que ver con la que ha puesto en marcha el gobierno de España"- como «herramienta de desbloqueo político», por encima de las «25 cumbres del clima» que en su opinión, no han logrado reducir las emisiones de gases de efecto invernadero sino que «las han incrementado casi el doble desde la COP de 1995».
Por su parte, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, recuerda que la Convención sobre los Derechos del Niño establece el derecho de los menores de 18 años «a participar en los procesos de toma de decisiones que les afectan» y por eso deben formar parte de los foros públicos «para dar a conocer sus puntos de vista y recibir apoyo para hacerlo».
Casos como el de los jóvenes de Mongolia que han aprendido a vigilar la calidad del aire para evitar la alta contaminación que daña la salud de las personas, o el de la aldea africana donde se construyen escuelas con ladrillos de plástico reciclado gracias a la mediación juvenil, son ejemplos del apoyo que brinda Unicef a la acción climática de la juventud.
Estudios, encuestas e informes dejan cada vez más patente que el cambio climático despierta un interés excepcional en los jóvenes de 14 a 19 años y en el caso de España ese interés supera en casi un punto la media respecto a otros temas.
Así se refleja en el 'Resumen ejecutivo. Informe Juventud en España 2020' del Instituto de la Juventud (INJUVE) que constata que el 47 % de los jóvenes españoles se declaran preocupados por el medio ambiente, frente al 17 % de los adultos, o que más de tres cuartas partes son partidarios del reciclaje, la prohibición de los envases de plástico en los supermercados y de incentivar las energías renovables.
También subraya este informe que la defensa del planeta es el icono de la rebeldía juvenil de nuestro siglo, y como ejemplo cita que el 14,9 % de los jóvenes españoles declararon haber tomado parte durante el último año en manifestaciones, huelgas o protestas para poner freno a la crisis climática y exigir un mundo más sano y mejor.