La diversidad lingüística del español ha dado lugar a que, en algunas regiones como Andalucía o Murcia y en muchas zonas rurales, sus habitantes piensen que hablan mal, pero, según aseguran diferentes lingüistas en el libro «Como dicen en mi pueblo», ni en el sur ni en los pueblos se habla peor que en el centro o en las grandes ciudades. Según explica en una entrevista con EFE una de las coautoras de libro, la lingüista Beatriz Martín, no hay ningún fundamento para decir que las personas que residen en estas zonas no hablan de una manera tan correcta como quienes se expresan adaptándose más a la norma.
«La norma la hace quien tiene el poder, quien tiene el prestigio, y, evidentemente, cuanto más te acercas a la norma, parece que hablas mejor y, cuanto más te alejas, parece que hablas peor. Pero son variantes perfectamente válidas las dos y solo por un hecho subjetivo, alguien ha decidido que la norma sea esta y no otra», precisa Martín.
La filóloga destaca que el estigma y la discriminación que sufren estas personas tiene relación con el hecho de que el prestigio y el poder suelen hallarse «donde está el dinero», y estos, normalmente, se encuentran en las grandes ciudades y en personas «con mayor nivel de estudios».
Las regiones con mayor desprestigio
Según Martín, siempre se suele decir que en Andalucía y Murcia se habla peor que en otras comunidades de España. El motivo de este mayor estigma puede darse, como indica la filóloga, porque es más visible la presencia de ciertos fenómenos lingüísticos, como, por ejemplo, la pérdida de la d intervocálica y una mayor relajación en la pronunciación, pero influye también el factor económico.
«Este estigma tiene que ver con el hecho de que se tiende a pensar que la zona sur es más pobre. Al final, el prestigio lo dan la riqueza y el poder, y cuanto más alejado estás de ellos, se entiende que eres menos prestigioso», comenta la lingüista.
Peor vistas
La pérdida de la d, decir palabras como «asín» o el uso del pronombre «se» en expresiones como «si me queréis, irse», son algunos de los rasgos que pueden llevar a que se piense que quien los emplea habla peor.
En «Como dicen en mi pueblo», lingüistas como Ana Estrada, Carlota de Benito o Andrés Enrique explican también particularidades como por qué se dice «asín», qué ha supuesto la pérdida de la d intervocálica y responden a cuestiones sobre si es verdad o no que «si querría, lo haría» es una «cosa muy vasca».
Además, analizan expresiones como el famoso «si me queréis, irse», que pronunció la jerezana Lola Flores en la boda de su hija, y afirman por qué no hay que preocuparse por ser leísta, laísta o loísta.
Otra de las variantes que recogen en el libro es por qué «pringao» suena mejor que «pringado», pero, al contrario, «estado» suena mejor que «estao».
«La forma 'pringado' es el estándar sin la pérdida de la d y sería más formal, pero 'pringado' no es una palabra que uses en un ámbito formal, sino que lo dices informalmente. Por eso, decir pringado nos suena muy raro», aclara la autora.
Según Martín, el caso contrario ocurre con la palabra «estado», puesto que se suele usar casi siempre en un contexto formal, de manera que, si el presidente del Gobierno dijera, «El estao de la nación», sonaría extraño.
«Si estás en un ámbito formal, intentas utilizar la d por la norma, que dice que no se pierde, y entonces intentas utilizarla en los casos formales como en 'estado', pero no en 'pringao', porque no es una palabra que vayas a escuchar a gente dando un discurso», precisa la lingüista.
Cómo responder
Como subraya Martín, aunque nadie habla «mejor» ni «peor», sino que solo hay formas que se acercan más a la norma que otras, hay personas que se sienten juzgadas y menosprecian su forma de hablar.
La lingüista cuenta que en el estudio del que parte el libro -el Corpus Oral y Sonoro del Español Rural, un proyecto en el que investigadores y estudiantes han recorrido España para analizar la forma de hablar de la gente-, cuando hablaban con los vecinos, estos les decían que sería mejor que hablaran con el alcalde o el cura, porque se expresarían «mejor» que ellos.
La mayoría de las personas consultadas por EFE -entre ellas, andaluces, murcianos y habitantes de pueblos del interior de Extremadura- manifiestan que creen que hay personas que hablan mejor que ellos y algunos reconocen haberse sentido ofendidos y discriminados por su acento.
Sin embargo, como explica la filóloga, es posible «desmontar» a quienes manifiesten este estigma. «Todo el mundo habla bien. Cada persona tiene su forma de hablar, pero todas ellas son válidas. No es peor la persona que habla diferente porque haya tenido menos estudios o porque no viva en una ciudad», concluye Martín.