Los baleares quieren estar guapos. Así lo pone de manifiesto el incremento que se ha producido en el uso del botox para los tratamientos estéticos. El doctor Alberto Morano, que ha sido presidente de la asociación de Medicina Estética de Baleares hasta hace cuatro meses (también ha sido vicepresidente de la nacional durante 16 años), informa que el uso de la toxina botulínica se ha incrementado un 20 % en los últimos cinco años. Otro dato relevante es que uno de cada cuatro ciudadanos de las Islas se realizan tratamientos de estética y el 60 % de ellos apuesta por el botox. Baleares es de las comunidades con más centros de medicina estética per cápita.
En este incremento ha influido, principalmente, que los ciudadanos han comprobado que no produce inflamación ni cambia la cara. «La gente tenía serias dudas y una gran confusión porque lo identificaban con inflamación, con voluminización, con caras raras, inexpresivas y eso no es cierto. Si buscamos una voluminización o un cambio del aspecto de una persona, que no es la idea de la medicina estética, tendríamos que emplear otro tipo de tratamiento, como los rellenos con ácidos hialurónicos u otras sustancias». El doctor Morano explica que la toxina butolínica lo que hace es relajar la musculatura de esas partes faciales que provocan las arrugas de expresión.
Añade que el hecho de conocerse bien y entender su función preventiva son algunos de los motivos por los que personas más jóvenes están recurriendo a este tratamiento. Preguntado por la edad a la que se recomienda aplicar el botox, responde que «cuando nosotros vemos que un paciente, sea de la edad que sea, si empieza a tener una movilidad expresiva muy intensa le recomendamos -como tratamiento preventivo- ir relajando ese músculo porque va a producir una reeducación en el movimiento del posible paciente. De este modo, personas de 25 años se pueden ir incorporando a los tratamientos de toxina botulínica». En este punto, insiste en que es fundamente consultar con un médico de confianza antes de someterse a estos tratamientos.
Aunque la mayoría de las personas que utilizan botox son mujeres, también hay muchos hombres que lo hacen; la proporción es del 60 % - 40 %, respectivamente. No obstante, destaca que la toxina botulínica es el tratamiento que más se ha incrementado entre los varones en las Islas. «Lo que más se demanda actualmente es un efecto buena cara y se huye de efectos dramáticos, la gente no quiere que se le note el tratamiento», expone. El perfil más habitual es el de mujer entre 40 y 60 años, de clase media, que empieza a reconocer los signos del envejecimiento y uno de los más fáciles de tratar son las arrugas de expresión. El tratamiento, como medicamento que es, tiene una vida media de seis meses. «A partir de este tiempo no hay ningún efecto del botox; a partir de los tres o cuatro meses se va perdiendo progresivamente, muy poco a poco».
La ley determina dónde se puede aplicar
El doctor Morano precisa que legalmente el botox sólo se puede aplicar en el tercio superior de la cara, es decir, en los músculos que producen arrugas por expresión. Por ejemplo, en el entrecejo, frontal y periocular. «El botox es un medicamento y se emplea en muchas otras prácticas de la medicina, no sólo en la estética», puntualiza. El precio medio es de unos 400 euros, aunque esto va en función de las zonas a tratar y de la fuerza muscular del paciente.
Uno de los problemas más importante de esta técnica es que «hay muchísimo intrusismo; hay anuncios en redes sociales que ofrecen tratamientos en centros que no son médicos y aplicados por personas que no tienen la titulación». El doctor Murano expresa su preocupación por la manera en la que estas personas consiguen la toxina botulínica, ya que sólo se puede conseguir a través de la Conselleria de Salut, que tiene que dar el permiso para poder tener una farmacia que pueda servir el medicamente. «De ninguna otra manera legal se puede obtener. Por lo tanto, nos preguntamos cómo una persona que no es médico puede conseguirlo, evidentemente en el mercado negro». En este punto, se pregunta «cómo es posible que veamos ofertas de tratamientos completos por 200 euros, cuando está por debajo del coste del material?».
Riesgos del intrusismo
Recurrir a establecimientos no autorizados para aplicar la toxina botulínica conlleva riesgos. Algunos de ellos son una excesiva relajación o paralización del movimiento muscular, por lo que puede producir una inespresividad del paciente; si se pone en una zona inadecuada puede provocar la acción contraria, por ejemplo, una caída de los párpados, conocida como ptosis palpedral. El doctor advierte que esto no se puede solucionar y hay que esperar seis meses a que pase su efecto. En sus consultas recibe a personas que han acudido a centros no autorizados, pidiéndole que se lo solucione, pero no es posible. El intrusismo llega a tal nivel que incluso se hace en habitaciones de hotel, conocidas como 'party botox', a las que viene gente de fuera; así como en peluquerías, gimnasios, etc. «Esto está totalmente prohibido», denuncia.
Para finalizar, el doctor destaca que el botox también tiene efectos muy positivos en el estado de ánimo de las personas que recurren a este tratamiento. «El paciente se ve con una imagen más relajada, más luminosa y más positiva. La satisfacción personal y la aceptación social influyen en el ánimo de las personas».