El pasado 12 de enero tuve el honor de participar como ponente en la Comisión de Desploblación y Reto Demográfico en el Senado para dar una visión desde la realidad de Menorca. Mi disertación estuvo inspirada en aquella famosa frase que el 1961 J.F Kennedy dijo en su discurso de investidura: «No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tu país».
En mi intervención además de poner de manifiesto las necesidades y desventajas que tenemos los menorquines frente a la mayoría de los ciudadanos de España, pensé que era una gran oportunidad para tratar de plantear una posible solución que, contribuyendo a la prosperidad de Menorca, lo fuera también para el conjunto de España.
En mi opinión el principal problema o escollo que se encuentra la administración, y en general la sociedad, para evolucionar al ritmo necesario y no ir a la cola del resto del mundo en lo que a avances en las diferentes materias clave se refiere, es la incertidumbre a la hora de tomar decisiones, o la demora provocada por esta incertidumbre, por no tener referencias de cómo afectarán estos cambios a nuestra sociedad.
¿Y si tuviéramos espacios representativos donde poder probar decisiones a pequeña escala para, posteriormente, si los resultados son los esperados y deseados poder escalar las experiencias al resto del territorio del Estado?
Menorca, por sus dimensiones, ubicación, configuración geográfica y económica, tradición y valores, puede ser ese territorio representativo, donde poder realizar estas experiencias a pequeña escala, desarrollar planes piloto, ver cuáles son las respuestas a las diferentes preguntas realizadas, mejorarlas y finalmente, si procede, escalarlas al conjunto del Estado.
Una buena plataforma para probar/aprender cómo hacer frente a nuevos retos para luego escalarnos a nivel nacional, llevando al ámbito público los nuevos modelos de gestión que demanda la sociedad, optimizando los recursos, fortaleciendo los servicios que reciben los ciudadanos y mejorando la imagen que estos tienen de las administraciones públicas, el funcionariado y los políticos. Un revulsivo como este debe implicar, claro está, que, con respecto a los nuevos modelos que se propongan, exista un compromiso previo, y luego permanente, de aceptación y priorización conjunta por parte de las diversas administraciones públicas intervinientes, obviando esa muy nociva compartimentación actual. Todos a una en aras de unas ideas prioritarias nacidas en y para Menorca. Se trata de aunar en favor de unas ideas de cambio de modelo. Inventar para actuar todos como una piña en favor de las mejoras y los cambios de modelo; en ningún caso para meter más leña en el fuego de la sectorización y división político-administrativa.
Hacer realidad esta solución es, para España, muy beneficiosa, de un elevado impacto y bajo coste. Implementar un plan piloto que plantee soluciones a alguno de los muchos retos que nos enfrentamos, que será transversal, a corto plazo tiene un impacto muy positivo para el territorio, Menorca en este caso. Cabe citar algunos ejemplos: elevar la cualificación técnica del sector principal; introducir tecnología; atraer nuevo talento, inversiones y empresas que inviertan; posicionamiento como territorio; abrir nuevas oportunidades a la pequeña empresa local y crear nuevas o generar empleo de mayor valor añadido, estable y no temporal. Además, y esto resulta muy importante, el sistema y metodologías de trabajo aplicadas también podrían ser escalables y trasladables a otras zonas, con el efecto multiplicador que eso comporta generando prosperidad para todos. Esto es lo que una pequeña isla como Menorca podría hacer para el conjunto de España.