Por primera vez, tanto el ministro como la secretaria de estado y el director general de turismo proceden del sector y por inaudito que parezca, también es la primera vez que los tres tienen un buen dominio del inglés. Igualmente es la primera ocasión en que los dos máximos responsables proceden de las islas en las que el turismo es la principal actividad.
Desde la llegada de la democracia y las consiguientes elecciones, los diferentes gobiernos se han ido formando, atendiendo a los equilibrios tanto de dentro del partido y desde hace poco, partidos, vencedores, como al regional. En ese reparto el ministro encargado del ramo tenía a su cargo otras funciones que son las que habitualmente identificaban al ministerio. En algunas ocasiones el turismo ni siquiera figuraba.
En la designación de secretarios de estado predominaban los criterios técnicos si los nombraba el ministro o desde hace solo una docena de años, los regionales, si era el presidente. En este caso algunos nombramientos han servido para cubrir «la cuota isleña». Los representantes locales del poder central participaban en la designación y buscaban perfiles, que ellos consideraban adecuados, entre las personas que ya tenían experiencia local en la materia. Los directores generales han sido competentes funcionarios o profesionales del sector.
Ese sistema no ha funcionado. Las secretarias de estado nombradas ignoraban lo relativo al turismo internacional y desconocían el inglés. Con anterioridad ya se había dado la chunga circunstancia de que ni ministro, ni secretario de estado, ni director general tuvieran suficiente conocimiento del idioma de referencia en el turismo.
Ahora, cuando la legislatura termina, aún quedan pendientes importantes tareas como la gestión de los fondos europeos y la reordenación del turismo tras la pandemia que tendrá que afrontar el nuevo equipo. Casi todas las asociaciones del sector han acogido favorablemente al nuevo ministro, como ya lo habían hecho con la secretaria de estado. No veo ningún problema en que también lo hagan los medios de comunicación con la advertencia, por supuesto, de que no se van a olvidar de que una de sus obligaciones es controlar al poder.