Este relato arranca en el transcurso del año 2021 y se consuma en 2023 con el premio ensayo EcoloObs 2023 otorgado a Timothée Parrique, al que haremos referencia con la denominación de este artículo, después de que el autor premiado publicara Ralentir ou périr: l'economie de la décroissance. Timothée Parrique es también autor de la tesis «The Political Economy of the Degrowth» cuando era un auténtico desconocido. Un año después, en septiembre de 2022, el éxito se confirmó y el joven economista está como post doctorado en la Universidad de Lund en Suecia.
El verano de 2022 se produjo un importante cambio cognitivo en determinados sectores de estudiantes, entrando en la era de los shocks ecológicos, y dada la aportación de Timothée es posible que haya menos estudiantes que crean en el mito del crecimiento infinito. Los que dudan pueden encontrar en «reducir o perecer» el bosquejo de otro modelo de sociedad. Timothée Parrique se centra en una crítica del PIB y en una economía ortodoxa con la idea de un crecimiento verde que se haría sin extracciones contaminantes, con escasos recursos y sin emisiones de gas de efectos de sierra. El autor propone mejorar nuestro bienestar en el marco de una sociedad poscrecimiento, apoyándose en trabajos alrededor de la justicia social cooperativa o de la economía estacionaria, que con los ángulos muertos podría contribuir en asegurar un sistema de seguridad social en una sociedad sin crecimiento, frenando la economía sin hacer bascular a la gente hacia la precariedad, practicando la estabilización dinámica, sólo pedaleando para que la bicicleta no caiga.
Seguimos intentando hacer pedagogía y Timothée señala en qué punto su actual estatus le abre las puertas, añadiendo: «Lo que yo defiendo, la gente lo ha defendido antes, pero yo tengo la etiqueta de economista. Cuando digo algo bastante básico como la reducción del tiempo del trabajo, algunos comentan que esto tiene sentido y seguimos dedicando tiempo, inyectando decrecimiento en las venas de las empresas y también en los colectivos y en las universidades, recibiendo decenas de invitaciones para argumentarlo». Timothée es curioso y generoso… él tuitea de manera ligera, bloquea con seriedad y puede a la vez evaluar científicamente un documento académico en una revista internacional, manejar referencias típicas de millennials y de la generación zeta, y comenta asombrado que ha encontrado pocas resistencias en sus conferencias, salvo alguna idiotez que aporta algún graduado.
Siempre hay alguien que puede levantar la mano para hablar en defensa de la naturaleza humana. Cuando una figura emerge y repite lo que otros han dicho anteriormente atrae a los ya iniciados.
Timothée, a quien llaman el Freddie Mercury del decrecimiento, se ha transformado en ensayista de éxito, puesto que ha llegado el momento en que los jóvenes de veinte años exigen coherencia y evolucionan hacia una hipotética transición ecológica apadrinada por algunas instituciones y miembros de la llamada generación climática.
Otro interrogante es la hora en que la inteligencia artificial (IA) nos hará vivir en nuestras carnes una ruptura tecnológica. No será extraño ver florecer un discurso de desconfianza frente a la innovación. La IA no nos va a permitir por ejemplo la maduración de otras tecnologías, que aseguren una dulce transición energética, a lo que los expertos responden con esta aportación esclarecedora que puede servir de conclusión: por una parte tiene a los que apuestan por una tecnología de ruptura para salvar el clima sin trastocar nuestro modo de vida, o por otra parte se apuesta por una ruptura social apoyada en la low tech. Estas partes no son simétricas. Si no se encuentra la tecnología milagrosa habrá un deterioro de la Tierra sin un plan B. Si se camina hacia el decrecimiento y ello nos basta para solucionar «el problemón», salvaremos las desigualdades y se dará sentido a nuestra vida.