Que la economía social es el motor del cambio económico y social es algo que se lleva diciendo desde hace mucho tiempo, pero no por eso deja de ser cierto. Como parece que los que deben enterarse (las Administraciones públicas en general) no lo tienen en cuenta, hay que seguir con este discurso porque si la evidencia de la realidad y de los datos no les convence, quizás lo haga la insistencia. Este es el primer reto al que nos enfrentamos los que defendemos un modelo basado en la cooperación, la equidad y la autogestión: visibilidad y reconocimiento. Y por supuesto acción, ante la falta de políticas públicas que favorezcan a las empresas que no tienen en el lucro su principal objetivo, debemos exigir consideración y representación en el diálogo social y reconocimiento institucional. Tal vez, un marco normativo común y una definición de la economía social consensuada facilitaría la expansión y consolidación de estas empresas, haciendo que la sociedad las perciba como una posible alternativa real y viable al modelo capitalista tradicional.
Posiblemente sea por desconocimiento, pero las Administraciones y entidades reguladoras no contemplan las particularidades de las empresas de ESS al elaborar normativas, aunque esto no les exime de responsabilidad. Esta desafección afecta al normal funcionamiento de estas entidades a través de una excesiva burocratización y dificultando el acceso a la financiación, ya que los marcos legales responden a modelos empresariales convencionales, sin tener en cuenta su carácter democrático y participativo. Otro desafío señalado en numerosas ocasiones es el de la educación en materia de economía social que sigue siendo limitada e inexistente en los programas educativos de todos los niveles. La oferta educativa predominante suele centrarse en modelos empresariales tradicionales, ignorando las particularidades de este modelo, una de las cuales es la formación en valores y principios cooperativos.
Son muchos más los retos que tenemos por delante, pero hoy destacamos la difusión y la formación: no se trata solo de formar empresas distintas, sino de formar personas con una conciencia crítica sobre el papel de la economía en sus vidas. Las sucesivas crisis por las que vamos pasando nos muestran los límites del individualismo desmesurado y la necesidad de reconstruir vínculos de solidaridad. La ESS, de la cual las cooperativas son un pilar fundamental, plantea una ruptura con la idea de que el crecimiento económico por sí solo garantiza el bienestar y nos recuerda que otro modo de organizar la economía es posible.
Para avanzar mejor y abordar estos retos, la sociedad pide a gritos un enfoque centrado en la persona y en el planeta. Empecemos a nivel local apostando por la economía social y, si es posible, con la colaboración de la Administración impulsando las actuaciones del Plan Director de ESS 2024-2027 y celebrando, ahora que ya se acaba, el Año Internacional de las Cooperativas.