Apenas despuntaba el sol y ya eran decenas los voluntarios que caminaban con palas y cepillos al hombro hacia el centro de Sant Llorenç. Una hora más tarde, la afluencia empezaba a ser aluvión y amenazaba con colapsar la zona cero de la riada mortal del Llevant de Mallorca.
La solidaridad de los mallorquines con sus paisanos damnificados por la torrentada de la tarde del martes ha alcanzado hoy, fiesta nacional, una dimensión masiva a pesar de que desde ayer las autoridades han hecho llamamientos públicos para que quien quiera echar una mano contra el fango llame antes de venir al teléfono 012 para racionalizar el trabajo de cara al fin de semana.
A las 9 horas ya eran cientos los voluntarios que se habían alistado en la mesa instalada en la plaza del ayuntamiento, donde esperaban instrucciones. «Pido mucha paciencia hasta que nos podamos organizar, hay trabajo para días», les explicaba subida en un banco una agente de Protección Civil.
Les instaba a «extremar las precauciones» a la hora de trabajar y a «ser autosuficientes» en cuanto a material y comida, aunque a escasos 300 metros, en la plaza de la Iglesia, se distribuían palas, cepillos, cubos, productos de limpieza, y en una carpa de la Cruz Roja se servía café, refrescos, fruta, galletas y magdalenas acumulados en abundancia.
Material como este, además de ropa de hogar y de vestir, se almacena en gran cantidad en el teatro municipal, otro de los centros de operaciones de los voluntarios y al que afluyen vecinos necesitados que han perdido sus enseres entre el fango.
Empresas y particulares han acudido hasta el pueblo con todo tipo de donaciones y la solidaridad continúa, asegura pegada a un móvil que no para de sonar la concejala de Policía, Dolores Sánchez, que insiste en que el consistorio agradece enormemente el respaldo generoso de particulares y empresas, pero alerta de que el exceso de recursos puede entorpecer el trabajo.
Al margen de los cauces oficiales, muy superados, por el pueblo circulaban buscando dónde ayudar decenas de grupos de jóvenes y adultos, con todo tipo de útiles para retirar barro y achicar agua, venidos de Palma, Manacor, Capdepera, Vilafranca, o de la parte alta del mismo Sant Llorenç, la zona limpia de la estampa caótica que en los últimos días ha recorrido el mundo.
Esta avalancha «imposible de controlar», que los responsables del operativo agradecen y temen, tiene consecuencias peligrosas: un policía relata que a primera hora ordenó salir a una treintena de trabajadores solidarios de una casa que ayer precintó por riesgo de derrumbamiento.
Las autoridades cifraron ayer en 800 los voluntarios y advirtieron que no hacían falta más hoy, pero el voluntarismo ante la tragedia tiene su propio impulso.