Marga Prohens (Campos, 1982) está convencida de que el PP gobernará dentro de un año y dice que Francina Armengol ha perdido el contacto con la realidad social. Insiste en que esta crisis debe combatirse con bajadas de impuestos.
Esta semana han acudido al Pacto por la Reactivación. ¿Es un cambio de estrategia del nuevo PP?
—No hay un cambio de estrategia. Nos invitaron y nosotros acudiremos siempre que nos llame la presidenta para hablar, como lo hemos hecho en otras ocasiones. No vamos a entrar en el Pacto de Reactivación.
¿Qué opinan del resultado?
—Nos ha reafirmado que es un pacto de foto, de cartón piedra que no sirve de nada. Los propios miembros del pacto se enteraron por la prensa del decretazo turístico y esta semana vimos cómo las medidas las conocíamos minutos antes sin ninguna capacidad de incidir. Nos alegramos de que muchas ya las hubiera presentado el PP una semana antes, pero vimos cómo por la mañana se presenta una cosa y por la tarde se anuncian otras medidas que no se habían discutido. Es un pacto inútil y a mayor gloria de la presidenta.
¿No se puede negociar nada?
—Lo hemos intentado y yo misma le he ofrecido un gran pacto sobre los fondos europeos sin fotos, sin medallas y sin todo el boato que le rodea, para transformar las Islas. Nunca más hemos sabido nada. Le ofrecimos un pacto de Estado para el turismo y aprobaron el decretazo y la moratoria turística con nocturnidad y alevosía.
Hasta los hoteleros dicen que hay que dejar de crecer...
—No conozco a nadie que defienda esta ley y he hablado con muchos representantes del sector. Nadie la defiende. Esta ley es mala y va a la línea de flotación del sector y de la microempresa, por eso tenemos el compromiso de derogarla en cuanto lleguemos.
¿Pero hay que eliminar plazas?
—Defendemos un crecimiento sostenido y sostenible y ya había un techo de plazas fijado. Hay que apostar por la circularidad y la sostenibilidad ambiental y social, pero también económica y eso no es el decrecimiento. Esta ley es un ataque a la libre competencia.
¿Y la ley de educación?
—Ese fue el tercer gran pacto, el de la ley educativa, que trabajamos durante meses. El viernes estaba cerrado, con el apoyo a 120 artículos y el voto en contra a un apartado de un artículo y se traicionó el trabajo de muchos meses, además sin avisar. Pedíamos lo que dice la Constitución y la presidenta, una vez más, ha elegido la inmersión, el sectarismo y la radicalidad. Era una oportunidad histórica, como le gusta decir a la presidenta.
Feijóo habló en Palma de un bilingüismo cordial. ¿Qué es eso?
—El Pacte se niega a que haya un 25 % de castellano, como dicen las sentencias. En Galicia conviven las dos lenguas oficiales, más una tercera, con la máxima normalidad. En este tema nunca me van a encontrar en la confrontación porque la lengua no es propiedad de nadie.
Ese modelo gallego parece el TIL de Bauzá que tantos problemas les ocasionó.
—Es distinto, sin duda, se lo aseguro. Yo me he reunido con los representantes de la educación pública porque tiene que haber puentes abiertos y diálogo fluido. Fui muy clara: nos equivocamos en el pasado y no se me caen los anillos por reconocerlo y por aprender de nuestros errores. Hay que hacer las cosas de otra manera, pero eso no significa aprobar una ley que no recoja lo que digan las sentencias.
¿El catalán será un requisito en la Administración si gobiernan?
—En la sanidad hay falta de médicos y una fuga de profesionales, así que vamos a quitar el requisito del catalán en la sanidad. En la Administración habrá que ver, poniendo por encima el derecho del ciudadano a ser atendido en las dos lenguas.
¿Qué pasará con el REB?
—Fue otro gran pacto que le ofrecimos. Estábamos esperando a que se pusiera en marcha pero como no era así lo presentamos en el Senado y se aprobó con todos los votos menos los del PSOE. Está parado en el Congreso y la izquierda tiene la mayoría suficiente para desbloquearlo. Yo creo en los grandes pactos más que en las grandes fotos, pero creo que la presidenta no quiere nada con el PP.
Piden una rebaja de impuestos, pero con los impuestos se paga la sanidad pública, se paga la educación, los servicios sociales...
—Evidentemente, pero en un momento en que las familias no llegan a fin de mes, no pueden encender la calefacción y más del 40 % de lo que se paga por la gasolina son impuestos es el momento de bajarlos. Se están recaudando 200 millones más por el carburante y en estos momentos lo más progresista es bajar impuestos a las familias. No lo van a hacer porque han desconectado de la calle, no la pisan, se han encerrado en las instituciones, en las moquetas y por eso criminalizan a los que salen a la calle y todo son ultras, están manipulados o todos son fachas. No entienden qué está pasando.
Ese descontento que dicen no se aprecia en los votos. La encuesta da un empate izquierda-derecha y eso facilitaría ahora un gobierno de izquierdas.
—La caída del PSOE aquí es mucho más acusada que en otras comunidades similares a la nuestra. La encuesta refleja que los ciudadanos han retirado el apoyo a la presidenta del Govern, no a sus socios. Han entendido que Armengol gobierna desde el autoritarismo, desde el sectarismo y desde el intervencionismo. Sus propuestas siempre llegan tarde y llegan mal. Nos mantenemos como primera fuerza en el momento más difícil que ha pasado el PPen su historia. Nos mantenemos como el referente de centro derecha y es un aliciente para seguir trabajando y demostrar que existe una alternativa. Ya se percibe que la calle ha desconectado de Francina Armengol.
En esta encuesta, usted tendría que pactar con Vox.
—Aún falta un año para ver hacia dónde va la evolución de los partidos, pero con esa encuesta gobernaremos en 2023. Viendo el rumbo que ha cogido Armengol estoy convencida de que iremos a mejor.
¿Y los pactos?
—De pactos se habla el día después de las elecciones, pero voy a seguir trabajando para gobernar en solitario porque quiero aplicar íntegramente el programa electoral en el que estamos trabajando. Ahora bien, no voy a aceptar lecciones de pactos de nadie, cuando Armengol fue pionera en España de tener en el Gobierno a un partido que no cree en la independencia judicial, en la libertad de prensa o en la propiedad privada nada de lecciones. Yo me encuentro con mucha gente, dentro y fuera del PP, que me dice: hay que echarles. Esa es la frase más repetida. Hay unanimidad en eso.
La semana que viene hay congreso para elegir a Feijóo. ¿Con él vuelve el PP de Company?
—No sé que es el PP de Company ni el de Feijóo. Yo creo en un solo PP unido y aquí tengo la suerte de tener un partido muy unido y cohesionado y eso da mucha tranquilidad. Es lo que pedí en Madrid, desde el primer momento: un PP unido, que no quiere decir uniforme. Aquí hay muchas sensibilidades y sé que con Feijóo también lo será así.
¿El PP balear pierde capacidad de influencia con la marcha de Pablo Casado?
—A diferencia de Podemos, esto no es un club de amigos. La capacidad de influencia tampoco tiene que ver con el número de personas que hay en la dirección, pero me da tranquilidad que Feijóo ya ha dicho que va a dar mucha autonomía y poder a los presidentes regionales. El viene de la periferia y entiende nuestra casuística y que debemos mantener nuestro acento propio.
Ya no es la Ayuso balear.
—Siempre he dicho que me consideraba un mujer libre de cualquier etiqueta. Me han llamado de todo: la Ayuso balear, el ala dura del PP, catalanista, progresista... Lo que significa es que estoy en el centro. Lo que quiero es un PP con experiencia y quiero traer a Balears lo mejor de Feijóo, lo mejor de Ayuso, lo mejor de Juanma Moreno, lo mejor de López Miras y lo mejor de Mañueco.