La foto de un incendio en Washington en la que se ve cómo se quema un bosque mientras los ricos, ajenos, juegan al golf ha servido a Joan Buades, profesor, escritor e investigador especializado en turismo y cambio climático, para ilustrar la verdadera crisis climática, la de una sociedad ajena e inmutable al calentamiento global que lleva décadas acelerándose. «Estamos en una de las zonas cero del cambio climático, nos ha tocado. El mar se calienta un 20 % por encima de la media mundial», ha señalado. Las consecuencias son múltiples pero afectarán sobre todo a uno de los sectores más culpables de este acelerón: «El turismo de sol y la playa tendrá futuro pero en países del norte, hay una saharización del Mediterráneo donde sigue habiendo turistas pero muchos son nuevos, los clásicos buscan el norte».
Con esta reflexión se iniciaba la mañana de este sábado la primera mesa de debate de la contracumbre organizada por la reunión que de hasta 27 ministros europeos de Turismo esta semana en Palma. Nora Müller, investigadora y experta en geografía humana, quien ha certificado la relación bidireccional entre el turismo y el cambio climático, ha analizado las actuaciones engañosas que se han hecho para reducir el impacto. «Hablan de turismo sostenible, de diversificación, de turismo de calidad o desestacionalización que, en la práctica, ha incrementado el flujo de visitantes con su huella ecológica», ha señalado. Es decir, todas las alternativas que debían rebajar el impacto del turismo lo han agravado expandiendo este negocio con una temporada más larga y a nuevas modalidades económicas y sociales.
El director de su tesis, el conocido profesor de Geografía de la UIB, Macià Blázquez, ha añadido que el modelo iniciado por las grandes cadenas hoteleras baleares es el que más impacta en el índice de presión humana que, por cierto, desde 2016 (y a pesar de los picos de la pandemia) ha empezado a sobrepasar los dos millones de personas. Blázquez ha recordado que el turismo es un negocio elitista en manos de pocos, eso sí, muy rentable: «en 2019 Baleares ganaba un 28 % más por una cama turística que la media del Estado».
Este beneficio repercute a todos los ámbitos de la sociedad: hay más hoteles en el centro histórico de Palma donde los comercios de toda la vida han pasado a ser souvenirs; se amplían puertos y aeropuertos, desaladoras, depuradoras y carreteras… Por este motivo, la activista Sarah Oppenheimer, ha lanzado una idea: «el sector que se ha aprovechado tanto de los recursos de las Islas debería ser pionero en afrontar la crisis climática y electrificarse; dejar de quemar combustibles fósiles y de emitir gases invernaderos. La urgencia es tremenda», dijo. Oppenheimer cree imprescindible que las administraciones subvencionen «bien» la transición energética, pues «España podría ganar un premio al peor diseño de subvenciones».