Balears tiene la tasa más elevada de España de jóvenes que ni estudian ni trabajan, colectivo englobado bajo la popular denominación de ninis. Un 15,6 % de los residentes en las Islas de entre 15 y 29 años no engrosa las cifras de afiliados a la Seguridad Social ni las de ningún programa educativo o de formación profesional. Se trata de un porcentaje que ha experimentado un descenso de 6,7 puntos desde 2010, pero que no evita que la comunidad lidere el ranking estatal al respecto.
Así lo refleja el último estudio del Observatori de Treball de la CAIB elaborado sobre los jóvenes y el mercado laboral, con datos de 2022. Según las estadísticas del informe, la tasa balear no solo se encuentra muy por encima de la media española (12,7 %), sino que se aleja todavía más de la media europea, situada en un 11,7 %.
De este modo, Balears cuenta con un porcentaje de ninis entre su población juvenil solo más bajo que los que presentan Rumanía (19,8 %) e Italia (19 %). Por otro lado, cabe destacar que hasta siete comunidades españolas presentan una tasa más baja que la media europea.
Sobresale en ese apartado por encima de todas el País Vasco (8,8 %), seguida, por este orden, de Aragón (9,9 %), Cantabria (10,5 %), Madrid (10,8 %), Galicia (11,2 %), Castilla León (11,5 %) y Navarra (11,6 %). En el extremo opuesto, Andalucía es la comunidad más cercana a Baleares con un 14,7 %.
Estas cifras mantienen una correlación directa con las tasas de escolarización y abandono escolar: el Archipiélago presenta unas de las tasas netas de escolarización más bajas de todo el Estado a los 16 y a los 18 años (89,4 % y 57,4 %, respectivamente), mientras que se sitúa en lo alto de la clasificación autonómica de abandono escolar (solo superada por Murcia): llega el 18,2 %, muy alejada del objetivo del 9 % establecida por la Estrategia Europea 2030. En este apartado, las Islas se ubican también por detrás de Rumanía (15,6 %) e Islandia (16,5 %) y a años luz de los países de referencia, Croacia e Irlanda, que presentan las tasas de abandono escolar más bajas (2,3 % y 3,7 %, respectivamente).
El panorama laboral, por otro lado, presenta importantes condicionantes en una economía fuertemente marcada por el sector servicios. Las dos ocupaciones más solicitadas por los jóvenes en paro son de vendedores en tiendas y grandes almacenes y de camareros. Entre ambas aglutinan casi el 30 % de las solicitudes totales.
Este hecho, no obstante, no se está reflejando en una mejor cobertura de las necesidades que ambos sectores, comercio y hostelería, mantienen en cuanto a personal (y a pesar de las elevadas cifras de ocupación de los últimos dos años). Para Carolina Domingo, vicepresidenta de la patronal del comercio PIMECO, el sector adolece de falta de un relevo generacional de garantías, tanto por el volumen de demanda como a nivel de cualificación. «Lo que se necesita es perfeccionamiento, más preparación y sobre todo la ilusión de ir a trabajar a la tienda, que años atrás suponía incluso un orgullo para los jóvenes», opina.
La cuestión salarial y el progresivo encarecimiento de la vida, principalmente de la cesta de la compra y de la vivienda, juega un papel clave en el desinterés de los jóvenes por integrarse en un mercado laboral que les ofrece trabajo, pero no estabilidad económica ni posibilidades de emancipación.
Baleares ostentaba la mayor tasa de emancipación en 2008, pero ésta ha caído en picado desde entonces, hasta 17 puntos porcentuales: ha pasado del 35,6 % al 18,6 %, la mayor caída del país. Y es que los jóvenes baleares son los que necesitan más años de salario para poder pagarse una vivienda, más de seis años.
Poca preparación y mercado laboral desalentador
El problema de la falta de personal en las empresas se nutre de diversos desajustes de base, entre ellos un cóctel verdaderamente nocivo: la salida al mercado laboral de jóvenes sin la preparación adecuada que a su vez se topan con un panorama cada vez más desalentador y poco adaptado a sus expectativas.
Así lo ve Pau A. Monserrat, consejero del Consell Econòmic i Social de Balears (CES) y profesor de Economía Financiera en la UIB, quien lamenta que el sistema educativo está enviando a las facultades gente sin la cultura del sacrificio y del esfuerzo que se le va a requerir primero en la universidad y luego en el mercado laboral, «cada vez más exigente y depredador».
Esa es, al menos, su percepción y la de compañeros suyos en el ámbito universitario. «El sistema educativo ha ido cambiando y ese cambio no ha beneficiado a nuestros jóvenes». Esos cambios, explica, han ido dirigidos a reducir el fracaso escolar y la vía seleccionada ha sido la de, simplemente, facilitar el aprobado de los alumnos. «La clave no está en hacerlo más fácil, sino en más interesante y más útil para su futuro en el mercado de trabajo». Como resultado, «te encuentras con alumnos que vienen de la Secundaria y no saben estudiar, ni siquiera toman apuntes... Les tienes que explicar todo lo básico; es un fracaso de todo el sistema educativo».
El problema, por tanto, es principalmente de ese sistema, incapaz de actualizarse o de inculcar la mentalidad de esfuerzo que requiere un tejido empresarial cada vez más exigente, también en la educación superior. «Se están creando espacios congelados de conocimiento en las universidades, asignaturas que se imparten igual que hace diez años y sin actualizar contenidos».
El fenómeno de la Gran Dimisión, el abandono de sus puetsos de trabajo que se está dando sobre todo entre la población joven y después de la pandemia, es consecuencia de esa coyuntura actual. Desde PIMEM, su presidente, Jordi Mora, incide también en la parte de responsabilidad de las propias empresas, las cuales «muchas veces no estamos ofreciendo lo que demandan en términos no solo de salarios, sino de horarios, conciliación, promoción...». En ese sentido, Mora entona el mea culpa por la parte que le toca a los empresarios e insiste en la necesidad de «modernizar» el tejido empresarial y trabajar para armonizarlo lo máximo posible con las necesidades de los jóvenes.
Ayudas a trabajadores y a estudiantes
Los sindicatos centran sus recetas en un mayor esfuerzo de las empresas por contrarrestar los efectos de la inflación con mejores salarios y también, por una política decidad de la Administración en ubicar el problema del acceso a la vivienda como su prioridad número uno. Lorenzo Navarro, secretario general de UGT en Baleares, hace hincapié precisamente en la crisis habitacional como uno de los retos de futuro inmediato de la sociedad balear en general y de los jóvenes en particular. «Tenemos que arreglar el problema social que tenemos con la vivienda: teniendo buenas cifras de ocupación y de subida de salarios con la firma de los convenios de los dos últimos años, la gente sigue sin llegar a final de mes».
Por su parte, José Luis García, general de CCOO, coincide con su homólogo al destacar la necesidad de «incidir en los precios de la vivienda, porque los jóvenes viven en condiciones cada vez más precarias, una precariedad que ya se está instalando en sus condiciones de vida». Gran parte de la culpa la tiene, subraya, una inflación «que se está comiendo las subidas salariales». Por ello, piden un acuerdo para prolongar el escudo social y traducirlo en más ayudas no solo al transporte, también para las matrículas universitarias y a los trabajadores.