El nuevo año arranca con la vida más cara: subidas de la luz y del gas, de la cesta de la compra, de la telefonía móvil... Todo ello unido a factores como la caída de parte del escudo social perfilan una cuesta de enero ligeramente más empinada que la de 2023, antesala de un año en el que la actividad empresarial y el PIB de Baleares van a seguir creciendo, pero sin que ello se traduzca en un entorno económico más amable para las familias.
«Afrontamos una cuesta de enero marcada por la tensión inflacionista que encarece sobre todo los productos no elaborados, como leche, huevos, harina o azúcar, entre otros, aunque la energía nos da un respiro», asegura el director técnico de Impulsa Balears, Antoni Riera. Para él, «las medidas adoptadas por los bancos centrales, como la subida de tipos de interés, tiene efectos retardados y todavía es pronto para notar el aterrizaje suave que pretenden. A principios del segundo trimestre estaremos en disposición de saber si estas medidas han servido para evitar el enfriamiento de la economía».
El director de Impulsa Balears augura que 2024 será un año de ralentización económica en el que, no obstante, el PIB Balear seguirá creciendo, aunque a menor ritmo que en 2023. «Podemos decir que creceremos la mitad».
La inercia consumidora de las fiestas navideñas tampoco va a facilitar el arranque del nuevo año. Instituciones económicas, asociaciones de consumidores y hasta la Dirección General de Consumo están instando a atemperar el gasto y tratar de sortear dispendios innecesarios sobre todo en el momento actual, con sobredosis de oferta y plagado de las trampas de unas rebajas prácticamente continuas.
«A nivel general hemos sido bastante irresponsables estas Navidades y hemos comprado más de lo que necesitamos», opina Alfonso Rodríguez, presidente de la Asociación de Consumidores y Usuarios de Balears (Consubal), quien se muestra especialmente crítico con una fiebre consumista desatada tras la pandemia y que todavía no da muestras de desaceleración. «No podemos estar nunca contra el consumo interno porque es el motor del país, pero instamos a consumir con cabeza y responsabilidad».
Así, vaticina un enero con más estrecheces y, en general, un primer tramo del año más complicado, en buena parte por la falta de criterio en las compras de estas fiestas. «Nos han vendido la moto y con la excusa de la pandemia nos han incitado a comprar más cosas, a ser más felices vinculando esa felicidad al consumo: cuanto más gastemos en Navidad, en comida, en regalos o en ocio, más felices seremos. Ese es el mensaje».
Desde el Consell Econòmic i Social (CES), Pau A. Monserrat, conseller del ente como representante de las asociaciones de consumidores, se pronuncia en similares términos. «Hay una carencia de cultura económica presupuestaria básica: tenemos que aprender a poner valor al dispendio. Estas no deberían ser unas fiestas para gastar dinero en cosas innecesarias». El economista asevera que «ya es disfuncional basar nuestro bienestar en el consumo, pero es que además no sabemos consumir».
Más allá de enero, su vaticinio para 2024 es que «viviremos un año más caro que 2023». Las subidas de la cesta de la compra o la vivienda puede que no sean tan vertiginosas, pero eso es porque venimos de un periodo muy extenso «en el que los precios ya han subido una barbaridad». Una subida que la mayoría de sueldos «no ha podido igualar».
Las cifras macroeconómicas, explica, seguirán al alza, aunque habrá una «disonancia» entre los datos de mejora del PIB y los ingresos de las familias. «Básicamente, porque la facturación turística seguirá creciendo, pero esa industria también seguirá sin distribuir bien la riqueza». Por lo tanto, concluye, «este 2024 seguirá siendo difícil para las familias».