Marga Prohens conversaba con José María Aznar este viernes, 18 de julio, en un acto del PP en Eivissa. Desde su retiro en la Isla este fin de semana, el expresidente del Gobierno muy probablemente no era consciente de que, ese mismo día pero 30 años antes, el 18 de julio de 1995, este diario publicaba una histórica portada con el titular: ‘Al fin, Cañellas se va’. Fue el colofón a unos días intensos que condujeron a la dimisión del presidente, el primero que lograba mayoría absoluta en las Islas, apenas una semana después de haber jurado su cargo.
El 17 de julio fue el día que Aznar cambió la historia de Baleares, pero todo había comenzado una semana antes el día 11. Es martes. Ese día, en su despacho en la séptima planta de la sede del PP, en la calle Génova, José María Aznar, entonces aspirante a La Moncloa y látigo de Felipe González por los casos de corrupción en el PSOE, enciende un puro. Tiene frente a sí al todopoderoso líder del PP balear Gabriel Cañellas.
–Gabriel, tienes que dimitir. Has perdido la batalla mediática.
La batalla mediática a la que se refería José María Aznar tenía que ver con las informaciones y las investigaciones policiales y judiciales que vinculaban al PP de Baleares con el cobro de comisiones de una de las mayores obras de ingeniería civil de Mallorca de la época: el túnel de Sóller.
La prensa local había informado con profusión del asunto y las sospechas de corrupción sin que, en apariencia, molestara al PP nacional. Bastó que el asunto saltara a Madrid y que Felipe González mencionara a Cañellas en una sesión en el Congreso de los Diputados para que Aznar asumiera que tenía una piedra en su camino a La Moncloa. Y Aznar no quería piedras ni obstáculos.
Mientras se fumaba el puro, no le dio otra opción a Cañellas que irse. El presidente del Govern había conseguido el 28 de mayo de 1995 que el PP ganara las elecciones con mayoría absoluta. Lo que en principio tenía que haber sido una cómoda legislatura terminó siendo una auténtica pesadilla política para el PP, partido que vio cómo se sucedían tres presidentes del Govern en menos de un año: el propio Cañellas, Cristòfol Soler y Jaume Matas.
La salida de Cañellas se pactó en esa reunión en la séptima planta de la calle Génova con el siguiente guion predeterminado: el PP nacional haría un informe sobre el posible caso de corrupción, que sería exculpatorio hacia Cañellas, y el presidente reuniría a la dirección del partido en Baleares para anunciar su dimisión irrevocable, un sacrificio a mayor gloria del partido. Aznar debía acudir por la tarde al bautizo de una niña que había nacido en la clínica donde le atendieron tras sufrir el atentado de ETA. Allí aceptaría la dimisión y agradecería los servicios prestados.
–¿Y si no lo hago?
Cañellas ya había planteado a Aznar en esa reunión la posibilidad de no hacerle caso y desafiar a la dirección del partido, pero, a partir de ese martes, el pacto se cumplió sin fisuras. Llegó el informe exculpatorio elaborado por dos emisarios del PP nacional, Argos y Segimón; llegó el sábado la reunión de la Junta Regional del PP y llegó la dimisión irrevocable de Cañellas. Pero es en ese momento cuando se produjo el giro de guion de toda trama política porque la Junta Regional del PP, la dirección local del partido, no aceptó la renuncia de su presidente y le pidió que continuara. Cañellas dimitía, sí pero no se iba.
Aznar no entendió este movimiento de la Junta Regional del PP balear o no lo quiso entender porque él sí cumplió su parte del acuerdo pactado con Cañellas. Acudió al bautizo de la niña nacida en la clínica, los periodistas le preguntaron por la dimisión del presidente y él agradeció una dimisión que, en realidad, no se había producido. El desconcierto en el PP balear fue total y absoluto pero la realidad es que Cañellas había tenido tiempo para pensárselo y había decidido no irse. No solo eso, incluso sopesó la posibilidad de continuar al frente del Consolat de Mar, crear un nuevo partido y romper con el PP nacional.
El todavía presidente se tomó todo ese domingo, 15 de julio, para meditar qué hacer y un día más tarde comenzaron a moverse las piezas secundarias de esta rocambolesca historia. El lunes 16, quienes hasta entonces había jugado un papel anónimo en las crisis, comienzan a convertirse en protagonistas de la historia. Rosa Estaràs, Cristòfol Soler, Joan Huguet y María Luisa Cava de Llano viajan a Madrid para reunirse con Aznar e intentar que reconsidere su decisión. En los cinco minutos que les dedicó Aznar, quedó claro que la solución era «final y contundente». Se lo comunican a Cañellas desde un teléfono fijo del despacho que el PP tenía reservado a Manuel Fraga.
A Cañellas ya no le quedó otra opción que reunir a los suyos en su casa en Bunyola, a las faldas de la Tramuntana, para decidir qué hacer, si un desafío total y la ruptura con el PP nacional o si una salida pactada de la crisis y elegir en ese encuentro al nuevo presidente de Baleares. Esa fue la opción que ganó. Cañellas había pensado que el sustituto debía ser el presidente del Consell d’Eivissa, Antonio Marí Calvet, y José María Aznar había pensado en Rosa Estaràs. Los dos dijeron que no.
La tercera opción que quedaba sobre la mesa era la de Cristòfol Soler, que entonces era presidente del Parlament. Cañellas lo quería en el Consolat de Mar para que ocupara su sitio mientras se resolvía judicialmente el ‘caso Túnel’ porque su intención era volver al Consolat de Mar y recuperar la Presidencia del Govern pasados unos meses, una vez que concluyeran las investigaciones del ‘caso Túnel de Sóller. Tras el rechazo de Marí Calvet y de Rosa Estaràs, Soler sí acepta. Al día siguiente, 17 de julio, al fin, Cañellas se va.
No fue el fin de un culebrón que duró una legislatura entera y que dejó tres presidentes del Govern en solo cuatro años, algo que no se había visto hasta entonces y que no se ha vuelto a ver, a pesar de que la política balear ha vivido desde entonces crisis y convulsiones varias.
La elección de Soler, pensada para que aguantara la silla a Cañellas, se demostró poco después que había sido un fiasco. Soler intentó cambiar la política de Cañellas y, sobre todo, se atrevió a cambiar al equipo de consellers que había elegido el dueño del partido. Fue muy simbólico que Soler pusiera a Jaume Matas al frente de la Conselleria d’Agricultura, una bofetada a Gabriel Cañellas. Aquello fue el fin de Soler, fulminado como presidente del Govern en una operación montada por los suyos. El hermano de Cañellas y diputado del PP en esos momentos, Carlos Cañellas, ya lo dijo muy gráficamente: Soler había hecho obras en un piso alquilado sin permiso del propietario. Pero esa fue otra crisis de la que en breve también se cumplirán 30 años.
Cock&RoiDesde 1995 han gobernado prácticamente la mitad de los años el PP y la otra el PSOE. Ya es casualidad que en estos años hayan ido 87 políticos del PP a Soto del Real y solamente 1 del PSOE.