Olga Olive es terapeuta y coordinadora del programa Eureka de adicciones comportamentales de Proyecto Hombre. Cada año por estas fechas centenares de familias de Baleares se plantean comprar un móvil a sus hijos que pasan del colegio al Instituto a partir de septiembre. Una decisión aparentemente anodina puede cambiar el rumbo de su vida y la de sus hijos.
Tradicionalmente Proyecto Hombre ha acompañado en su recuperación a personas con adicciones como la heroína o el alcohol, también el juego. ¿Crece la adicción a los teléfonos móviles en Baleares?
—Sí, y lo hace porque los móviles reúnen todos los requisitos para crear adición. Es un acceso rápido, fácil y económico a la dopamina que es la sustancia que nos genera adicción.
¿Con qué edades les están llegando adictos al móvil?
—En Eureka tenemos usuarios a partir de los 22 años y detrás de sus adiciones al móvil puede haber otras adicciones a encuentros sexuales rápidos, a las compras… En cambio al programa CIRER, de atención a adolescentes y a sus familias, cada vez vienen más jóvenes. Muchas familias nos consultan porque ya ven las consecuencias de esos comportamientos adictivos, porque les han hecho bullyng o ellos lo han hecho por ejemplo. Hemos tenido adolescentes con adicciones al juego online...
¿Habla de chicos más jóvenes? ¿De qué edad hablamos?
—Tenemos de todo. Hemos atendido demandas de padres para sus hijos de 8 años que lloran y patalean cuando les quitan el dispositivo, aunque el perfil más habitual es el del adolescente que ya lleva unos años con el dispositivo con cada vez más tiempo de uso y abuso. Deja de interactuar con amigos, falta a clase, no come con ellos, se ponen violentos… Tenemos todo el abanico. Cuando son tan pequeños trabajamos únicamente con los padres y cuando ya se puede trabajar con ellos (a partir de los 14 o 15 años) abordamos un trabajo doble, con padres e hijos.
¿Cuántos usuarios tienen con ese perfil?
—Tenemos diez o doce que vienen habitualmente y luego muchas familias con las que hacemos un trabajo más familiar, preventivo o con hijos muy jóvenes.
¿Por qué enganchan tanto los móviles?
—Son dispositivos con los que prácticamente han nacido. Es esa generación digital que sabe manejarlos de manera natural e intuitiva, pero no sabe hacer un buen uso de los móviles y desconoce el riesgo potencial que tienen esos dispositivos. Recibimos chicos y adultos a los que se les ha ido de las manos y hay una pérdida de control.
¿Qué signos hacen saltar las alarmas?
—Cuando revisan los móviles de forma compulsiva, repetitiva, se nota la ansiedad e irritabilidad si no tienen el dispositivo cerca, dificultades para concentrarse, dejan de hacer actividades que hacían, dejan de estudiar, abandonan el ocio y no tienen tiempo libre sin tecnología. Cuando los padres intentan reducir el consumo retirando el dispositivo reaccionan de forma violenta. Son los indicadores más habituales. No es solo una cuestión de tiempo de uso. Tú puedes usar el móvil porque lo necesitas en tus ocho horas de trabajo y luego llegar a casa hacer una compra por internet y hablar con alguien… A lo tonto ya vas por las 10 horas, pero tiene un uso funcional en tu vida. Otra cosa es que pases esas 10 horas mirando Instagram. Dejas tus responsibilidades y se produce un cambio emocional.
¿Es posible desengancharse?
—Es posible hacer un buen uso. En las adicciones a drogas tiene que haber un consumo cero pero en el caso de las tecnologías y otras adiciones comportamentales no podemos plantear un consumo 0 porque tendrán que convivir con la tecnología digital en sus estudios y trabajo. Tiene que haber un tiempo de no uso para poder afrontar la situación… Es necesario aprender a hacer las cosas sin móviles, ya sea con un teléfono sin tantas funcionalidades o prescindiendo un tiempo de él, para luego recuperarlo de forma adecuada. Es un trabajo muy educativo.
El hecho de que el consumo 0 sea inviable en el mundo actual, ¿Hace más fácil una recaída?
—Podría ser. Intentamos que ellos identifiquen y tomen conciencia de qué función cumple el móvil o el videojuego. A veces lo que engancha no es el aparato, es lo que puedo hacer a través de él. Jugar, ligar, comprar, hablar con personas de todo el mundo… No se trata de apagarlo o no usarlo sino de comprender qué necesitad emocional estoy tapando con el móvil. Si es una cuestión de aislamiento, de soledad, si me permite destacar en algo como ser el top de un videojuego o mostrarme en las redes como me gustaría ser y no como soy porque no me estoy aceptando… Cuando tengo un abuso y entro en un proceso de adición es porque tapo una necesidad emocional. Es algo que vemos tanto en jóvenes como en adultos.
¿Qué consecuencias tiene el uso temprano?
—Los jóvenes son más vulnerables porque su cerebro aún está en desarrollo. En la adolescencia es más difícil el autocontrol y prever las consecuencias negativas de los actos. También se es más dependiente de la gratificación inmediata, ya sea el subidón del like, ganar la partida… Segregan la dopamina que es lo que lo vuelve adictivo.
¿Cómo consiguen que nos enganchemos?
Los algoritmos están diseñados para que lo utilicemos continuamente. Saben lo que nos gusta, emplean música, colores… es muy atractivo y nos hace estar enganchados. El libro se ha conseguido en algo aburrido. En algunos videojuegos hay algoritmos que te permiten recibir más bonificaciones y eso es la antesala del juego de azar... Con los reels la novedad es infinita, quizás nunca habíamos tenido esto, siempre habrá contenido nuevo. Eso engancha (a un cerebro joven todavía más) si no tiene alternativas que le gusten y le motiven. Todo está muy diseñado para enganchar. Quieren captar nuestra atención, es muy persuasivo, envía notificaciones… Todo ello aumenta la vulnerabilidad al uso compulsivo.
¿Es la puerta de entrada a otras adicciones? ¿Los expertos llevan tiempo avisando del acceso al porno a edades muy tempranas.
Sí, acceden a la pornografía a veces a través de un enlace o un videojuego muchas veces sin buscarlo, la forma en la que llegan es anecdótica. El móvil es el contenedor de toda una serie de actividades susceptibles de generar adicción. Los videojuegos están reconocidos por la OMS como adicción. Junto con la ludopatía (entendida como adicción a los juegos de apuestas) son las únicas adicciones comportamentales reconocidas por la OMS y la Asociación Americana de Psiquiatría. Un móvil sin internet solo lo utilizaríamos para llamar. Hablamos de adicción al móvil, pero lo que engancha es a lo que yo puedo acceder con ese aparato. Respecto al juego, antes la adicción era presencial y ahora se puede acceder desde el móvil. En teoría el acceso está limitado a mayores de edad, pero es fácil dar datos falsos.
Usted explica que el uso es más importante que el tiempo. ¿Debemos entonces limitar el tiempo de uso o no es necesario?
—Hay que limitar el uso de la parte más ociosa del móvil.
En esta época, como cada verano, hay muchas familias que dudan si comprar o no un móvil que acompañe a su hijo en el paso del colegio al instituto. ¿Qué les aconsejaría?
—Cuando una familia se plantea darlo, le diría que primero piense para qué. Muchas veces por presión social se compra a los 12 años y es importante tener claro que el móvil no debería ser ni una niñera ni una forma de control para dar tranquilidad a los padres, porque lo que les estoy dando es un espectro amplio de uso. Si quieres darle un móvil porque va a empezar a coger el bus y es una manera de conectarse con la EMT y que te pueda avisar, eso ya nos concreta mucho el uso. Por eso el móvil debe ir acompañado de una educación y acompañamiento, para que los chicos sepan para qué tenerlo y para qué no. No solo se debe limitar desde la autoridad sino desde el acompañamiento. Aconsejamos decir que el móvil es de los padres para que lo utilice el hijo, haremos un acompañamiento y si no hace un buen uso se lo vamos a limitar. La educación pasa por decirle qué puede hacer y qué no, que no todo vale. El acompañamiento pasa por preguntar qué ha hecho. La limitación a las redes sociales hay que mantenerla se ponga como se ponga, porque hay unas normas de edad. Cuanto más joven es nuestro hijo más vigilancia debe haber. Y no se debe confundir vigilancia con fisgonear. Vigilar es supervisar y proteger. Las aplicaciones de control parental son geniales por eso quitar el control parental es innegociable. Hacerlo sería como dejar el coche a tu hijo antes de que se saque el carnet. Con un móvil se pueden hacer muchas cosas, buenas y malas.
La serie 'Adolescencia', ha hecho tambalear los cimientos de muchas familias enseñando que el peligro puede estar dentro de tu casa.
Hay que establecer espacios en la casa donde no se pueda usar el móvil. Como mínimo la habitación del hijo y los baños, porque cuanta más intimidad hay, más aumenta el riesgo de usos compulsivos. También hay que buscar momentos libres de móviles, comiendo o cenando con la familia, o cuando vemos una película juntos. Aquí es fundamental dar ejemplo.
¿Cree que las familias son ahora más conscientes de los riesgos que antes?
—Hay más conciencia de que el móvil no es un juguete, de que es algo que tiene beneficios, pero que también entraña muchísimos riesgo y a veces vienen padres a la escuela de familias y preguntan a qué edad lo tienen que dar. No es tanto una cuestión de edad como de necesidad. Ni todos los niños ni todas las necesidades familiares son iguales. No es cuestión de dar un móvil abierto a tu hijo diciéndole que confías en él y adelante… A veces da miedo ser muy intrusivos, pero es necesario y es una protección para ellos. Lo que puede parecer un juego puede ser un delito.
¿Tenemos los padres un dominio suficiente de la tecnología como para controlarla?
—A veces pensamos que nuestros hijos saben más que nosotros de tecnología pero no es verdad. Saben hacer algunas cosas de forma más intuitiva, pero eso no quiere decir que sepan hacer un buen uso, o que no se pongan en riesgo al dar según que datos. Hacer según qué puede ser un delito. Hay que enseñarles a tomar decisiones por sí mismos y no a través de la IA. Empieza a haber casos de chicos que ya no saben hacer nada sin la IA. Y la privacidad también es muy importante. Si hay una foto que no la colgaría en el tablón del instituto, no la tendría que compartir, porque pierdo el control sobre ella. Hay que hablar mucho con los hijos, no desde el miedo, desde el acompañamiento y desde el límite.
¿Los padres exponemos demasiado a nuestros hijos en redes?
—No se trata de culpar, sino de apoyar a las familias, pero cuando una madre o un padre difunde imágenes de sus hijos les está exponiendo y ellos ya lo ven normal. Todo se ha hecho con la mejor intención, pero si le añades el riesgo de un joven que no ve peligros y piensa que a él no le va a pasar nada… Esa capacidad de proyección puede tener consecuencias.
Usted hablaba de la soledad, del aislamiento… ¿Los jóvenes están perdiendo las habilitades sociales?
—La relación entre dos personas cara a cara es una habilidad que se aprende haciéndola. Muchos jóvenes y también adultos sustituyen la relación cara a cara por la relación online y son ya inhábiles a la hora de relacionarse. El aislamiento social aumenta. Estoy desconectado de mi entorno y hablo con tropecientasmil personas online. Hay que potenciar actividades fuera de línea (deporte, excursiones, salidas en familia…) para potenciar la relación cara a cara. La relación online no la sustituye. A veces el móvil suple ese vacío emocional. Ahora en vacaciones, especialmente, hay que potenciar que estén distraídos, la conversación y la relación social. Hay una última pauta. No se debe usar el móvil cuando uno está emocionalmente triste o deprimido. Hoy estoy triste, lo tapamos con las pantallas y eso es lo que provoca el enganche.
MirtaDesgraciadament, centres com aquest fan molta falta. Tambe fa falta que sa gent sigui concient i vagi a demanar ajuda, alla la troba segur. No es per pendre a rialles, ses adicions son cosa molt delicada. Anims a tots els usuaris de Projecte Home i als seus terapeutes