Miquel Àngel Gili es el jefe de Predicción y Vigilancia de la delegación de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Baleares. Ingresó en la Aemet en 1992 y se incorporó a la delegación balear en 1995, hace ahora 30 años.
La alerta naranja de los pasados miércoles y jueves registró lluvias intensas, pero localizadas.
—En la madrugada del jueves se produjo una tormenta muy potente, pero descargó en el mar, con lluvias de más de cien litros, ráfagas de vientos fuertes y nubes de hasta 16 kilómetros de altura, es decir, prácticamente toda la troposfera hasta la estratosfera. El efecto en tierra habría sido muy importante.
Siempre pasa lo mismo. Se activa una alerta y si alguien no ve llover, dice que no había para tanto.
—Activamos las alertas cuando observamos un ambiente potencialmente peligroso y, en este último caso, la alerta naranja estaba justificada. La atmósfera es dinámica, caótica y no se comporta linealmente. Los cálculos no son perfectos, pero activaremos la alerta cuando sea necesario, aunque luego no pase nada, para que la población pueda prepararse. No se trata de curarse en salud, sino de prever situaciones que pueden ser potencialmente complicadas. En cualquier caso, de poco sirve activar una alerta si te vas en piragua a sa Dragonera, sales a navegar, desciendes un barranco o te acercas a la orilla del mar para hacer fotos de las olas. Estos casos han ocurrido con alertas activadas. Tenemos que dar un paso más en la comunicación con la población para que pueda entender las situaciones y ello incluye planes de autoprotección, por ejemplo en las zonas inundables, donde vive gente que no conoce esa condición. Ves fotos de hace 50 años de las zonas inundadas por la DANA en Valencia y hay áreas que no estaban pobladas. Por algo debía ser. A la naturaleza se le ha perdido el respeto.
Ahora hay más medios tecnológicos para la predicción.
—Sí, incluida la inteligencia artificial. Nada que ver con la época en la que empecé, cuando sólo tenías un mapa de presiones. La previsión era a dos días como mucho. Ahora se puede hacer una previsión fiable a diez días. Aun así, hay situaciones que no son tan previsibles.
Los últimos veranos han sido muy calurosos.
—Sí, todos los meses de verano son muy calurosos. Ya no se trata tanto de alcanzar temperaturas récord, sino de una continuidad de muchos días cálidos y olas de calor cada vez más tempranas. En el observatorio de Portopí habrán sido tropicales todas las noches de julio y agosto, con algunas tórridas. Fuera de los datos meteorológicos, estamos viendo plantas o árboles que apenas necesitaban riego y ahora se están muriendo por el estrés térmico. Los veranos se están adelantando a costa de los inviernos. Podrá haber días fríos y nevadas, pero los inviernos son más cortos.
¿Hacia dónde vamos en Baleares y en el Mediterráneo en general?
—Avanzamos hacia la conversión en una zona semiárida, con más días de partículas en suspensión y más lluvias de fango. El aire cálido del sur tiene menos obstáculos para llegar. Tenemos la evidencia de un cambio climático, pero no sabemos dónde nos llevará en cuanto a afectaciones sobre los cultivos o la biodiversidad. La región mediterránea es donde más se está notando el aumento de temperaturas. El Mar Mediterráneo es el que más se está calentando en todo el mundo. En cuanto a las precipitaciones, puede ser que llueva igual en cantidad, pero de manera más torrencial, lo que dificultará la filtración en la tierra.
Sigue habiendo negacionistas.
—El cambio climático es una tendencia a lo largo de los años. No puedes negarlo por los datos de un solo año. Hay gente que lo critica todo con argumentos irracionales, pero está claro que la manipulación tiene una gran capacidad para ganar adeptos. Durante la DANA de Valencia se llegó a decir que con un radar se podía dirigir la tormenta. Es evidente que tras el negacionismo hay intereses económicos. Quienes ganan dinero con los combustibles fósiles no están dispuestos a recortar su negocio tan fácilmente.
No hace falta ser ningún experto para darse cuenta de que nuestro territorio va camino de la desertización, primero por la evidente falta de lluvias en cantidad suficiente y segundo, por verse sometido cada vez más a la influencia predominante del clima norteafricano y sahariano que nos aporta temperaturas extremas y un elevado recalentamiento del mar que nos rodea. Y es que digámoslo sin ambages, la proximidad de nuestro archipiélago a ese desgraciado continente no nos aporta nada bueno en ningún aspecto. Y no hace falta entrar en más detalles porque seguro que todo el mundo sabe a qué me refiero.