«Me desperté en la UCI,
con un tubo en mi garganta,
muchas roturas,
se habían mostrado.
Y sabiendo que la vida no me había quitado».
Es parte de las decenas de poesías que Martina, nombre ficticio, ha escrito desde que el pasado 7 de junio ingresara en el Hospital de Son Espases tras lanzarse desde el puente de la vía de cintura. Se rompió el hombro, siete vértebras, el sacro, la pelvis, el codo y sufrió un grave colapso pulmonar en cuanto se precipitó al suelo. Pasó más de dos meses sin poder moverse de su cama hospitalaria y otros dos reactivando un cuerpo que pocos pensaron llegaría a recuperarse. El ‘Milagro de Son Espases’, como la llaman algunos de los trabajadores del centro que han tratado con ella, camina por su propio pie y continúa su particular cruzada para visibilizar la importancia de la salud mental.
«Llegué prácticamente muerta al hospital. Pensaron que no volvería a caminar. Ha sido muy duro pero en cuatro meses, aquí estoy», dice Martina orgullosa por lo que ha logrado. Le brillan los ojos más que nunca. Muestra sus cicatrices con orgullo y se quita con paciencia el corsé que protege los más de cincuenta puntos que lleva sobre la columna vertebral. Las grapas que cierran sus heridas emocionales, no se ven, pero también ha tenido que protegerlas: «Lo más difícil fue la UCI. El proceso en el cual decía que quería seguir muriendo. No quería que me ayudaran. Ese cambio fue el que más me costó. No sé qué me hizo volver a la luz pero, de repente, un día empecé a manejarme. A recuperar autonomía. Todo empezó a salir bien de repente», explica.
Continúa trabajando duramente con su salud mental. Sabe que no puede dejarlo pero como ella misma dice, «soy cabeza dura, lo que quiero lo logro». Le funcionó con sus piernas. Junto a su fisioterapeuta quiso probar si sería capaz de mantenerse en pie y «aún con los nervios rotos, empecé a moverme un poco», narra emocionada. Pasó de lograr sus primeros pasos a caminar unos metros por la habitación y acabó recorriendo los pasillos arriba y abajo hasta que recibió el alta el pasado mes de octubre.
«Me siento infinitamente agradecida a Son Espases. Bueno, primero al 061 porque lo hizo todo para que yo llegara viva al hospital. Me salvaron. Aún me acuerdo de escuchar ‘No tiene pulso. Está azul’ y despertarme ya intubada. Luego la UCI, Psiquiatría, todo. Son Espases no es un edificio, son las personas que hay dentro, el personal de limpieza, los vigilantes de seguridad, los celadores, los enfermeros, los médicos», repasa agradecida Martina.
Ahora piensa en el futuro. Se ha apuntado a varios cursos y le gustaría trabajar como celadora, tiene planes para independizarse en un piso compartido para personas con trastorno mental grave y quiere seguir cuidando con firmeza de su alimentación; pero sobre todo, desea seguir aportando su granito de arena a la sensibilización de los problemas de salud mental y los recursos necesarios para lograrla. «A través de mis vivencias y las de muchos compañeros de Psiquiatría, he aprendido mucho de la salud mental. Me gusta acompañar a las personas. Escucharlas. Ayudarlas como pueda. Cada día intento hablar con alguien que lo necesita y eso me enriquece tanto que me voy a dormir con el corazón contento. La vida no es de color de rosa y la gente pasa por millones de cosas. Yo me caí. Estuve al borde de la muerte pero no llegó porque hubo ángeles a mi lado. Ahora intento transmitir a los demás que no se queden callados, que el que calla, enferma. Ojalá llegue un día que las personas no tengan miedo. Que puedan hablar sin etiquetas ni diagnósticos fáciles que nos dejan marcados de por vida», afirma.
Martina se siente transformada y asegura que, tras lo vivido, la vida debe ser un punto y coma, como el que lleva tatuado en la mano, en el que hay que «seguir, seguir y seguir». Con mucho esfuerzo y dedicación, ha logrado sentirse mejor con sus seres queridos, comprenderles y valorarles: «No se movieron de mi lado ni un sólo día mientras estuve ingresada», revela, «aunque también es importante poner límites, entendernos y conciliar los pensamientos».
La joven disfruta hablando sobre el éter azul, las mariposas y la leyenda sobre las libélulas, de las que dicen que nunca vuelven al mismo lugar: «He vuelto a la vida. He renacido. La mariposa es la transformación y ese renacimiento. Y la libélula. Que nunca vuelve. Como yo. No voy a volver al puente. No lo voy a volver a hacer. No voy a volver a vivir lo que ya pasé. Ahora me sé escuchar», finaliza.
Muy bien que se haya recuperado. Muy bien por la salud mental. Necesita ser tutelada.