Un escalofrío súbito recorrió el cuerpo de Lluís Salom en la noche del lunes cuando escuchó la noticia. Boston, la capital del Estado de Massachusetts , y una de las ciudades con más historia de los Estados Unidos acababa de ser objeto de un doble atentado en la línea de llegada de la maratón más antigua del planeta que lleva el nombre de la ciudad.
Salom, atleta mahonés, había recorrido esa misma avenida que acaba en la meta solo 365 días antes cuando había disputado la maratón bostoniana junto a otro menorquín, Tóbal Olives. "Se me puso la piel de gallina cuando oí la noticia, no podía dar crédito de que en una prueba como esta pusieran dos bombas justo en la llegada", afirma. Tres muertos, entre ellos un niño de 8 años, y 176 heridos es el saldo de los dos artefactos colocados en esa misma avenida.
"Recuerdo perfectamente esa zona porque en ella se instala una tienda con productos de merchandising y es donde todos se hacen la típica foto de recuerdo antes y después de la carrera", explica Salom.
La maratón de Boscos forma parte de la Goldon Race, lo que viene a ser el 'Grand Slam' de las maratones del planeta, que integran además la de Nueva York, Chicago, Berlín y Londres. Salom, que acudirá este año a la de Nueva York y ya ha corrido la de Berlín, explica que "la de Boston es diferente porque es la más antigua del planeta. Lleva 117 años celebrándose y la hacen coincidir con el Día del Patriota, festivo en aquella ciudad porque es donde empezó la guerra de la independencia contra los ingleses".
Relata Salom que "la gente se vuelca con los corredores en todo el recorrido". Los participantes son trasladados a las 6 de la mañana, en autobuses, al pueblo de Hopkington, donde se dan las salidas según tiempos y categorías, y desde allí recorren los 42.195 metros hasta la meta situada en la avenida donde se produjo el atentado. "Durante el recorrido la gente está en los jardines de sus casas preparando la barbacoa y no cesan de animar; es una fiesta para todos".
El carácter selectivo de la Maratón de Boston se encuentra además en que los atletas americanos deben acreditar un determinado tiempo para poder inscribirse previo pago de los 300 euros que cuesta el registro, mientras que los extranjeros solo pueden hacerlo mediante invitación a través de touroperadores especializados en turismo deportivo, explica Salom.
"La organización es perfecta, con hospital de campaña, ambulancias en todo el recorrido y asistencia médica. ¿La seguridad?, es que es imposible controlar los 42 kilómetros de recorrido y en cambio es muy fácil colocar una bomba en una mochila como ha sucedido esta vez".