Si el simple hecho de salir a correr ya echa para atrás a algunos, ni hablar ya de participar en una maratón. Pero correr durante más de 10 horas bajo la lluvia por las montañas noruegas en un recorrido de 75 kilómetros y 5.500 metros de desnivel, eso sí que solo está reservado para los más valientes.
La inmensa mayoría de los casi 90 corredores inscritos en la «Hornindal Rundt» eran escandinavos, aunque se colaba algún francés, neerlandés, estadounidense o incluso, dos españoles. Casualidades de la vida, ambos eran menorquines: Albert Navarro Comes (Maó, 1987) y Dani Pons Rotger (Alaior, 1999). Sin embargo, no se conocían entre ellos ni llegaron a coincidir durante la prueba. Tan solo supieron el uno del otro al comprobar la clasificación final.
Un escandinavo más
El caso de Albert es paradigmático. Lejos de su Menorca natal desde que con 18 años se marchase a estudiar robótica a Barcelona, al acabar la carrera en 2010 se marchó a Dinamarca para compaginar su carrera laboral con el bádminton, ya que el país nórdico es la mayor potencia europea en este deporte. Desde 2017 vive en Malmö (Suecia), aunque trabaja en Copenhague, la capital danesa, ya que el puente de Øresund conecta ambas ciudades en apenas 40 minutos en coche.
Habiendo formado su propia familia en Escandinavia y compitiendo en bádminton aún a sus 37 años, a Albert todavía le sigue picando el gusanillo del deporte en verano. Si hay Island Games, la solución es fácil, pero si como ocurre este año, no hay, pues toca buscar una alternativa para tener un aliciente deportivo por el cual mantener los entrenamientos.
En 2018, el badmintonista mahonés se puso a buscar una carrera de montaña cerca de casa junto a otros dos amigos que le acompañan en su periplo nórdico desde hace catorce años. «Como en Malmö y en Dinamarca no hay montañas, acabamos en Noruega. Nos hizo gracia el nombre de ‘La carrera más dura de Noruega' y nos apuntamos», revela.
La zona de Hornindal, donde transcurre la prueba, consta de 20 montañas y antiguamente había un buzón de correo en cada una de ellas. La gente iba a buscar su correspondencia hasta uno de estos postes, dando origen, décadas más tarde, a esta carrera de ultrafondo en la que se recorren todos los postes.
Entrenar sin montañas
Si hace seis años ‘tan solo' pudo completar la carrera de 38 km, Albert se estuvo preparando durante todo este año para completar los 75 km y sacarse la espinita que todavía tenía clavada. Su entrenamiento consistía en adaptar las rodillas al desnivel, ya que esta articulación es la que más sufre durante la carrera.
Para ello, se iba correr cada día después de su jornada laboral y durante tres días se fue hasta CopenHill, una pista de esquí artificial en el tejado de una central eléctrica ultramoderna, además de un rocódromo o una ruta de senderismo, lo que le interesaba a Albert. En total, el menorquín acumuló 4.000 metros de desnivel. «Incidía mucho en las bajadas, que es el momento en el que más sufren las rodillas», corrobora.
Para acabar de redondear la fase de entrenamiento, se acercó hasta un parque natural de Suecia a una hora de su casa, donde subía y bajaba su colina de poco más de cien metros hasta diez veces.
El verdadero desafío
El 6 de julio llegaba el momento de la verdad y Albert logró acabar la carrera en 36ª posición tras 17 horas «muy pero que muy sufridas». «El primero me sacó 7 horas. No sé cómo lo hizo, pero los locales de la zona están acostumbrados a correr por ese tipo de terreno», comenta.
Por su parte, Dani Pons, que ha declinado la opción de hablar de su experiencia, se llevó una decepción al pasar fuera de tiempo por uno de los puntos de control, por lo que tuvo que abandonar. Sin embargo, espera mejorar en la carrera del año que viene.
La luz del día ayudó a Albert entre la lluvia y la niebla que cubrían los paisajes impactantes de la zona de Hornindal. «La noche antes dormí fatal porque nos explicaron que había riesgo de nieve y, por lo tanto, podía cambiarse el recorrido», explica. Han leído bien: una nevada en julio. Finalmente no la hubo, pero Albert lo pasó igual de mal o peor. «Durante la carrera vas pensando ‘qué locura es esta' o ‘no te apuntes nunca más'. Le dices al organizador que si te ve el año que viene, no te deje correr, pero echas la vista para atrás ya empiezas a pensar ‘a lo mejor dentro de dos años me vuelven a ver'», acaba confesando el dos veces medalla de oro en los IGA.