Desde que dejara el baloncesto —solo como jugadora, ya que continúa siendo entrenadora en el CD Alcázar— y se inclinara por las maratones hace ya tres años, Andrea Pons Thomas (Maó, 1994) se ha ido adentrando a una velocidad de vértigo en los triatlones y las pruebas de Ironman, como la última que disputó en Vichy (Francia) el pasado domingo 24. «Empecé con lo típico, las carreras de 5 y 10 kilómetros. Poquito a poco fui subiendo con alguna media y hace tres años corrí mi primera maratón, que fue la de Valencia», comenta.
Después de esa prueba y la de Madrid, la mahonesa también se atrevió con su primer triatlón. Lo hizo en Fornells y la experiencia no pudo ser más positiva. «Es cierto que yo era muy novata y la bici requiere mucha experiencia y tiempo de entrenamiento, pero me encantó», confiesa. Fue a raíz de ese primer bocado que empezó a indagar algo más en los triatlones hasta llegar a los Ironman, las carreras más exigentes de esta modalidad.
Así pues, completó el primer 70.3 en Alcúdia en mayo del año pasado, para el cual empezó un entrenamiento diario que mantiene hasta el día de hoy. «Me pusieron en contacto con un entrenador de Mallorca, Joan Pomar Pons, con quien llevamos entrenando juntos estos tres años. Toda la planificación es online, obviamente, pero estamos en contacto cada semana», detalla.
Rutina de entrenamientos
Maestra de profesión y entrenadora de baloncesto por las tardes, Andrea aprovecha especialmente los fines de semana y las vacaciones para competir y superar sus límites.
De ahí su participación en el Ironman de Vichy, el cual descubrió «a través de redes sociales» y consideró «ideal» al ser en agosto, momento en que tiene disponibilidad total. «Me apunté el mismo día que salieron las inscripciones, que fue con un año y medio de antelación. Las plazas son muy limitadas», recuerda.
Así las cosas, Andrea se puso manos a la obra siguiendo una rutina específica. «Los entrenamientos se deben adaptar a mi día a día. A veces salgo de casa a las siete de la mañana para trabajar y ya me llevo la maleta de la bici o de la natación. Luego vuelvo a casa, me cambio y voy a correr. Rara es la semana que baje de ocho horas de entreno, a veces hasta me acerco a las doce», revela reconociendo que se necesita mucha disciplina y constancia para un deporte que abraza con todo su ser.
Viaje a Vichy
Habiendo ultimado los detalles previos a la carrera sufriendo el sofocante calor menorquín, Andrea viajó hasta Lyon el miércoles 20, 96 horas antes de la gran prueba, junto a su pareja, su bici y el resto de materiales.
Después de tres horas en coche, Andrea se puso en modo mujer de hierro, consciente de que el descanso era lo más importante en esos momentos. Otros 2.099 participantes, de los cuales luego solo 16 abandonarían, competían con ella. Además, solo 364 más eran mujeres. Toda una minoría, al igual que la nacionalidad española, en dicha prueba.
Llegado el gran día, para el cual se metió en el agua sin poder realizar un calentamiento a causa de la normativa de la organización, Andrea tenía claro que el objetivo era «terminar» el Ironman. Eso sí, no tiene ninguna duda a la hora de reconocer cuál fue la mayor dificultad del trazado 70.3 recorrido en 1.900 metros a nado, seguido de 90 kilómetros en bicicleta —su punto débil— y 21,1 kilómetros a pie. «Por el cambio brusco de temperatura y al ser un río, donde no había nadado nunca, diría que la primera parte de natación fue la más complicada. En los primeros 500 metros pensaba que no lo sacaba», asegura.
Pero finalmente, Andrea Pons Thomas fue capaz de completar el que ya es su segundo Ironman 70.3.