En una circunstancia convertida en costumbre durante el último lustro, la ACB no alterará ninguno de sus dieciocho integrantes en la futura temporada, puesto que la competición queda, un año más, y por causas estrictamente financieras, sin ascensos desde LEB Oro ni con descensos a la misma.
Palencia y Melilla, incapaces de cumplir con los requisitos económicos exigidos para formalizar su derecho deportivo de ingresar en la primera liga, han sido las últimas víctimas de una coyuntura, propiciada por las caciquiles exigencias que impone la ACB para adquirir la plaza (alrededor de 7 millones de euros en caso de no haber militado nunca en ella; cerca de 2.5 de contar con bagaje de años anteriores), que también sufrió el Menorca Bàsquet, entonces en 2012, semanas antes de firmar su acta de defunción, Burgos en varias oportunidades (y que ha instigado por ello una batalla en los tribunales contra la patronal de clubes que apunta a revertir la situación a medio plazo) u Ourense, en un caso más reciente, para beneficio paradójicamente de clubes como Estudiantes, que debió descender en 2012 e igualmente ahora, y nunca lo ha hecho, o el Gipúzkoa, que ha obrado la permanencia fuera de las canchas, además de en el presente 2016, en 2013 y 2015.
La causa de lo que no deja de ser una manipulación de la 'cadena natural' de ascensos-descensos del baloncesto nacional y que ha transformado la ACB en un torneo prácticamente cerrado, dispone su origen en la dura crisis económica en la que desde hace casi un decenio reside la sociedad española y que ha golpeado de lleno las frágiles estructuras de un basket de elite sustentado en sus años de exuberencia por el elevado caudal monetario proveniente de la subvención o patrocinio institucional. La desaparición, salvo excepción puntual, de ese baluarte crematístico ha derivado en que, desde 2011, temporada en la que Menorca y Granada perdieron su rango ACB en la pista, ocupando sus vacantes Obradoiro y Murcia, la 'cadena natural' haya alterado su orden de tal forma que se materializado en exclusiva uno, obrado por Morabanc Andorra en 2014, sobre diez ascensos posibles entre 2012 y 2016. Una auténtica sangría además para una liga cuya emoción por el título se limita a las prestaciones de los dos clubes de fútbol, Barça y Madrid.
El Burgos, que ganó su derecho a estar en la ACB durante tres temporadas consecutivas (2013, 14 y 15) ejemplifica uno de los paradigmas más frustrantes al respecto. En ninguna oportunidad pudo recabar el dinero, de ahí su hartazgo y denuncia ante el Tribunal de Competencia, de la que este ente anuló el pasado mes de abril el controvertido canon impuesto por la ACB, a lo que siguió el inmediato recurso de la patronal. Un efecto inversamente proporcional, por contra, lo han disfrutado los referidos Gipuzkoa, que ahora, por tercera vez en un cuatrienio burlará en los despachos el descenso de categoría, y Estudiantes, 'salvado' en 2012 y 2016.
Excepción
Entre ese destierro de ascensos reluce una excepción, al margen del Andorra (que hizo bajar al Valladolid en 2014, 'rescatado' dos años antes), protagonizada por el CB Canarias, actual Iberostar Tenerife, que en verano de 2012 permutó los derechos competitivos con Alicante a cambio de poco menos de un millón de euros para consumar su retorno a una liga en la que ya militó en los años 80.
Por contra, el propio Alicante en 2013, el citado Ourense en 2015 (y al que ni le alcanzó la prórroga de doce meses que se le otorgó para reunir el capital necesario), Menorca en 2012, o ahora en 2016 Melilla y Palencia, sufrieron un destino opuesto y no fueron capaces de lidiar con una dinámica totalmente regularizada desde que en 2011 (en tanto que Valladolid en 2014 se fue al hoyo en solitario) dos equipos descendieran al unísono. Nunca más ha ocurrido. Granada y precisamente el Menorca, fueron los penúltimos caídos.