En el fútbol menorquín de las últimas décadas del pasado siglo y la primera del XXI ocuparon una posición merecidamente estelar un buen número de personas que lo hicieron grande desde cualquiera de sus estamentos. Juan Millán Priego (Castro del Río, Córdoba, 1945) fue, sin duda, una de ellas. Aterrizó en la Isla como refuerzo del CD Menorca en busca del ascenso a Tercera División y se retiró en el Sporting Mahonés casi nueve años después. A partir de entonces aquél centrocampista técnico que destilaba coraje, sacrificio y poseía un gran disparo, se convirtió en un menorquín más para trasladarse a los banquillos con el propósito de extender lo que había aprendido a lo largo de su prolongada carrera profesional por equipos de Tercera y Segunda División como Puentegenil, Montilla, Baena, At, Castreño, Onteniente, Villarrobledo o Linense.
Dominador del lenguaje gestual, y poseedor de un discurso reiterativo, contumaz y persuasivo que acababa convenciendo a sus jugadores, Juan Millán es el entrenador que más ha dirigido al Alaior en Tercera División, junto a Pedro Galdona. Su trabajo como técnico le ha llevado además, a los banquillos del Sporting Mahonés, en dos ocasiones, CE Ferreries, CD Isleño, en División de Honor juvenil, y UD Seislán.
Ha sido además, vicepresidente y secretario técnico del Sporting Mahonés, Seleccionador juvenil de Menorca y de la Selección IGA y es miembro de la Junta de Menorca de Fútbol. En la actualidad es el representante de la Mutualidad de Futbolistas en la Isla después que un achaque físico le retirara de la exigencia diaria de los banquillos hace diez años. Millán es un hombre de fútbol, y no es de extrañar, por tanto, que el próximo lunes vaya a ser distinguido en el transcurso de la gala del fútbol balear que organiza la Federació.¿Echa de menos el contacto con el balón y el terreno de juego?Sí, mucho. Ha sido mi vida, pero sigo en contacto con el fútbol y aspiro a seguir colaborando con todos los que necesiten de mi en este deporte.
¿Cómo desembarcó usted en Menorca?
Me trajo Francisco Javier Díaz, un entrenador que había tenido en el Villarrobledo, y Benjamín Carreras, vicepresidente del club que financió mi fichaje. Llegué en 1970 y mi primer recuerdo es la entrada en el puerto de Maó que me pareció una maravilla.
¿Qué se encontró en el CD Menorca?
Me ficharon para ascender a Tercera y lo conseguimos en el primer año, en un equipo con mucha calidad en el que estaban Sintes, Llopis, Berto Mana...
¿Era muy diferente aquél fútbol menorquín al de ahora?
Sí, no solo porque los campos eran de tierra sino porque había muy buenos jugadores y además tenían mucha experiencia. En el Sporting coincidimos Echevarría, Galdona, Justo Olives, Massanet, Galmés, Chicha, Nito Riudavets... era un gran equipo pero es que aquella Tercera División a la que ascendimos era más fuerte que la actual Segunda B.
Usted se retiró en 1979 tras una última jornada en la que el Sporting se salvó en Badalona con maletines de por medio, ¿cierto?
Necesitábamos ganar y parece que sí hubo maletines pero yo no los vi. Le había hecho la promesa a mi esposa que si nos salvábamos me retiraba porque ya tenía 34 años y viajar cada 15 días con hijos pequeños era demasiado. Eran desplazamientos muy largos. Cuando nació mi hija apenas la vi en el Hospital del Cós de Gràcia porque el delegado del Sporting me esperaba para llevarme al aeropuerto. Jugábamos contra el Mestalla y nos íbamos a Valencia.
Pero de retirada tuvo poco, porque ese mismo verano fichó como entrenador del Alaior...
Cierto. Vinieron a mi casa Tófol Vinent (qepd) y Lito Subirats para que entrenara al Alaior en Regional. Les dije que tenían que convencer a mi mujer y lo hicieron. Esa temporada acabamos subiendo a la nueva Tercera División.
El Alaior es el club más importante en su trayectoria como entrenador, ¿no?
Sí. Lo entrené 8 temporadas en Tercera y una en Regional, y es como mi casa. Había un ambiente muy agradable. Saqué a muchos juveniles del club para jugar en la categoría y sé que me aprecian porque fueron como hijos para mi. Siempre luchábamos para no bajar salvo un año que quedamos quintos. Disfruté mucho, es verdad.
Los Pinos tenía un encanto especial entonces...
Está claro. Era el campo de toda la Tercera Balear al que iba más gente junto al del Manacor. Era una fiesta ver a las familias enteras como bajaban al campo los domingos por la tarde, y el cariño que nos tenían a todos aunque también nos pitaban cuando lo hacíamos mal. Lo importante es que en aquellos años todo el club era una piña aunque siempre estábamos con la soga al cuello pero con un ambiente extraordinario.
En aquellos años, entre finales de los 80 y de los 90, usted, como Galdona, Serrano, Pío... iban de un club a otro. Alaior, Sporting, de nuevo Alaior en varias ocasiones, Ferreries, UD Seislán, Menorca juvenil, y acabó precisamente en el banquillo del Sporting.
Sí, fueron buenos años que después dieron paso a otros. Luego fui nombrado Seleccionador juvenil y del equipo IGA, y llevo mucho tiempo en la Junta de Menorca, ahora como representante de la Mutualidad. También fui el primer delegado del Colegio de Entrenadores y de la Escuela de Entrenadores, junto a José Luis Gonzalo.
¿A partir de su experiencia por qué cree que Menorca ha perdido tanta representación en el fútbol?
Además de la crisis que nos machaca a todos, creo que a veces los entrenadores nos quedamos demasiado parados. Yo estoy encima de los que se sacan los títulos pero con eso no basta, hay que reciclarse y ponerse al día. Los cursos que organizamos aquí tienen una gran metodología y buenos profesores pero luego hay que seguir aprendiendo y creo que los entrenadores menorquines nos hemos quedado demasiado parados, hemos progresado poco.
(...)
Hay que ponerse al día, aprender las técnicas modernas y aquí, por la comodidad, quizás, la gente parece que se cree que ya lo sabe todo, y no es así. Hemos organizado clinics y conferencias y la gente parece que pasa. Yo voy a cumplir 68 años y aún sigo aprendiendo. Me preocupa especialmente que no se enseñe bien la base a los más pequeños, como es la técnica del control, conducción, golpeo y el pase. Yo veo tres o cuatro partidos semanales y siempre procuro sacar algo nuevo.
Entonces no sólo es cierto que los futbolistas menorquines siempre han sido acomodados sino que también lo son los entrenadores...
Sí, también vale esa creencia para los entrenadores. Hoy en día hay que actualizarse y prepararse. Todos parece que lo saben todo y no asisten a conferencias o actos que se organizan para ello porque luego dicen que no hacemos nada.
¿Y los clubes?
Deberían estar mejor organizados, tener una estructura más definida porque estamos volviendo a que algunos los sustentan solo el presidente y un par de directivos y eso no puede ser porque cada club mueve muchos niños y muchos equipos.
¿Recuperará Menorca pronto el status futbolístico que llegó a tener?
Creo que pasarán bastante años porque esta crisis es profunda y puede con todos. Además no salen futbolistas en la Isla que puedan alimentar a los primeros equipos de cada club. Hay que trabajar con la base y ponerla a jugar porque se identifican con su club para ser la parte importante de una plantilla. Entonces cuando vienen los jugadores de fuera ven esa implicación y están obligados a integrarse en bien del grupo.
¿Qué le queda por hacer en el mundo del fútbol?
Me contento con poca cosa, soy muy humilde. Cualquiera que me pida ayuda me va a encontrar. Yo quiero seguir trabajando para el deporte menorquín.