Jugar contra el Espanyol es lo que tiene, que puedes maniatar cualquier argumento perico durante 85 minutos hasta lograr acariciar la victoria pero a la que te despistas aparece un tal Alfredo y con un toque sutil con el interior te clava un balón en la escuadra y te arranca la ilusión de un triunfo más que merecido. No solo en el tanto del empate se diluyeron los tres puntos. El Menorca no supo rematar cuando tuvo a los blanquiazules contra las cuerdas, dilapidó ocasiones y ante un equipazo que ayer no brilló tanto como se esperaba, eso se acaba pagando. ¿Lo mejor? La sensación de que el Menorca, a día de hoy, no está tan lejos de sus rivales y eso alimenta la esperanza de sobrevivir un año más en la mejor liga juvenil del planeta.
En mitad del caos propio de los primeros minutos el único que rascó algo positivo fue el Menorca. El conjunto azulgrana aguantó bien el tipo y, además, lucía un puntito superior en el aspecto físico. No hubo juego, ninguno de los dos equipos impuso su estilo, pero Ricky, siempre atento, cazó un balón escorado a la derecha que resolvió con un zapatazo que se fue alto.
A medida que fueron pasando los primeros minutos, los mahoneses iban encontrando a sus extremos, Iborra y, sobre todo, Martínez. Izan Canet, el único junto al propio extremo y el capitán Biel Villalonga que ya sabían lo que era vestir esta camiseta en esta categoría, mostraba los galones y la inteligencia a la hora de generar y cortar juego propia de alguien que ya ha estado allí.
Los blanquiazules, camuflados ayer en tonos grises y negros, no jugaban a nada. Se ahogaban en las bandas por la buena labor de los laterales de casa y la única referencia en ataque era el poderoso Iaffar, así como las incorporaciones del lateral derecho, Pol, de lo mejor en los argumentos visitantes. Poco a poco los catalanes fueron desperezándose, adelantando líneas sin prisa pero sin pausa, lo que retrasó a un Menorca que dejó de atacar, invirtiendo la potente capacidad física de Ricky en tareas defensivas presionando en el campo rival.
Pero como el fútbol es una terapia maravillosa contra lo previsible, el Menorca se adelantó. Fue en el 39 en una balón colgado al área en el que el central de Ciutadella Dani Marquès fusiló un rechace. Y a punto estuvo de llegar el segundo, instantes después, cuando Luis Martínez culminó con la puntera una jugada trenzada con Casasnovas que despejó a córner con la yema de los dedos Moha. El Espanyol no reaccionó antes de que el colegiado señalara el descanso y la grada, ligeramente más nutrida que en los encuentros del año pasado, respiró aliviada y aplaudió con fuerza.
El Espanyol, buscó el empate desde el inicio. Marc chutó potente en el minuto 52 y Fernando, muy seguro durante todo el partido, respondió con una palomita de portada. Al técnico visitante, David Gallego, no le gustaba lo que veía y movió el banquillo con un doble cambio, Roger y Kike cedieron su plaza a Lluís y Entrena. Juan Romero apostó por el músculo y quitó a Casasnovas y dio entrada a Serra, que pasó a jugar como un mediapunta defensivo. Entró entonces el duelo en una fase en la que los locales se dedicaron a achicar balones en defensa con despejes que morían en la medular a los pies de un Espanyol que volvía a achuchar.
Pudo marcar el Menorca en un robo de Izan que cedió en la banda a Iborra para que centrara a Ricky que, con todo a su favor, chutó fuera. Lo lamentó la grada que veía con claridad el 2-0 a pesar de que la jugada debió invalidarse por fuera de juego. La tuvo de nuevo el ex delantero del Atlético Villacarlos en un robo de Sergi Serra en el centro del campo y que Ricky culminó con la izquierda mansamente tras una buena galopada. Moha desvió a córner.
La mala noticia para los mahoneses fue la lesión de Luis Martínez en el minuto 76 que tuvo que dejar su puesto a Juan Carlos o lo que se entiende, en prestaciones, en un paso atrás del conjunto azulgrana. Un minuto después el Espanyol tuvo el empate en un centro de Pol que cruzó de cabeza en exceso Alan Ávila.
Tóful entró por un Ricky extasiado para disputar los últimos diez minutos y un centro de Iborra lo empalmó bien Juan Carlos aunque se marchó fuera por poco.
Fue una lástima, porque de la nada el Espanyol demostró su condición. Lo hizo por mediación de su número 8, Alfredo, que marcó un golazo por la escuadra desde 35 metros con un toque sutil al que no llegó Fernando. Quedaban cinco minutos y el resultado era, sencillamente, injusto. Romero dio entrada a Eric por Iborra en busca de un gol que no solo no llegó sino que en una contra catalana pudo caer el 1-2 pero Iaffar cruzó en exceso cuando solo tenía que empujar.
La victoria pudo llegar en dos acciones en el epílogo, una falta que no encontró rematador y un córner al que no llegó por poco Biel. Al final, merecido aplauso y un botín tacaño.