El Mallorca tiene más cara de enfermo que nunca. Es verdad que el calendario le ha jugado una mala pasada al equipo de Jagoba Arrasate, obligado a ascender, desde el principio y sin el material adecuado, por una pendiente tan empinada como resbaladiza. También lo es que el equipo apenas ofrece señales de vida y que los resultados y todo lo que ha pasado en los últimos meses lo van deformando partido a partido. En Anoeta, en una agónica discusión por quitarse de encima los problemas, la escuadra balear quedaba en evidencia ante la Real Sociedad y encajaba la cuarta derrota en seis jornadas. Un gol de Mikel Oyarzabal, al principio del segundo tiempo y donde más duele, dejaba a los bermellones colgando de un alambre en la clasificación, con el Girona como única compañía. Mal asunto (1-0).
Más allá de los números, recuperables y hasta cierto punto normales teniendo en cuenta quien ha desfilado ante sus ojos, lo que extiende el miedo es la imagen que muestra ante el espejo un Mallorca que lleva ya mucho tiempo roto y siendo irreconocible. No iba de farol Jagoba Arrasate en la previa, cuando anunciaba que iba a agitar la coctelera y a cambiar cromos. Lo que sorprendía era que insistiera en la fórmula de los tres centrales, teniendo en cuenta la baja de Kumbulla y lo mal que había funcionado el sistema durante el partido anterior. Atrás, el técnico aireaba los laterales y metía David López en la muralla; unos pasos por delante, Antonio Sánchez y Mascarell regresaban al centro de mando y arriba reaparecía Mateo Joseph para establecer una nueva alianza con Muriqi, atalaya y uno de los cuatro intocables del once.
El Mallorca volvió a reflejar durante la primera mitad la mayoría de sus limitaciones. Hundido en su área y con los cables del centro del campo desconectados, vivió casi todo el tiempo a merced de la Real Sociedad. El conjunto guipuzcoano, al que tampoco le sobra nada, agarró de la solapa al balear y trató de aprovechar el desconcierto inicial para imponer su gobierno y traspasarle la crisis en exclusividad. Aramburu lanzó el primer tiro al aire con un remate cómico a puerta vacía y Barrene encontró pronto una mina en su orilla y abrió una zanja entre Maffeo y David López. Las subidas sin control ni retorno del lateral y los problemas del central para encontrar su sitio y para atender a las emergencias acrecentaban la sensación de inferioridad de un equipo que, como el día del Atlético de Madrid, tenía que invertir más de veinte minutos para desembarcar por primera vez en área enemiga.
Un remate dócil de Antonio Sánchez abría el pestillo y Mateo Joseph aprovechaba bien el oleaje posterior para levantar un poco la voz y probar de verdad a Remiro. La mejor oportunidad, en cualquier caso, iba rodarse en la portería defendida por Leo Román, después de que Mascarell perdiera una pelota en zona sensible y generase un caos a su espalda. Por suerte para el Mallorca, Barrene no quiso aprovechar el regalo y remató demasiado alto ante el portero. Sin embargo, los suspiros de alivio acabaron pronto. Exactamente, lo que tardó el propio Mascarell en romperse y forzar el primer cambio.
El Mallorca había cumplido la primera misión: llegar entero al descanso. La superioridad realista no salpicaba al marcador y el equipo iba a tener una vida extra en el segundo tiempo. O eso parecía. En realidad, poco o nada había cambiado. La Real comparecía sobre el tapete dispuesta a fotocopiar el plan desplegado al principio y hallaba enseguida el cofre del tesoro. Barrene servía y Oyarzabal anotaba sin resistencia ante una defensa de papel. Un gol doloroso en el peor momento posible.
Jagoba movía el banquillo buscando algo con lo que generar juego y velocidad para responder pronto. Pero solo lo encontró mediante fogonazos.
En el más peligroso Mateo Joseph falló su primer intento ante Remiro y cayó luego al suelo frente a Aramburu, en lo que las imágenes posteriores señalarían como un más que posible penalti que de todas formas el VAR no revisaría. Sí lo haría después (minuto 80) para echar atrás una pena máxima que Iosu Galech había pitado por una supuesta mano de Barrene. La acción quedó en nada. Como el Mallorca, incapaz de ponerse de pie en los minutos que restaban. El sol sigue sin salir para un equipo obligado a facturar ya para que no se le caiga el cielo encima.
Hablemos de lo nuestro, hace años que vemos que Ortells no es capaz de encontrar jugadores desequilibrantes y de nivel, la plantilla es mediocre, la preparación física justita, el juego es cobarde, con cinco atrás, no encaran el jugo agresivo. Todo esto es responsabilidad desde los propietarios hasta la plantilla. Ya huele a segunda, porque todos sabemos lo que harán cuando salten al césped, los adversarios también.