La zaragozana Teresa Perales cumplió en los Juegos Paralímpicos de París el objetivo que se había marcado de lograr una medalla en los 50 espalda, clase S2 de discapacitados físicos, para igualar con 28 preseas al estadounidense Michael Phelps, que ganó ese número de metales en cuatro ediciones de los Olímpicos.
Perales, de 48 años, afrontó con optimismo los 50 espalda, una de sus pruebas favoritas y con la que mantiene un buen idilio tras ganar el oro en Río 2016, la plata en Pekín 2008 y Tokio 2020 y el bronce en Sidney 2000 y Atenas 2004. En esta ocasión, la nadadora aragonesa accedió a la final tras registrar con 1:12.79 el tercer mejor tiempo de su serie y el sexto total de las ocho clasificadas a la pelea por las medallas.
En la final, al grito de 'Teresa, Teresa', con la reina Letizia en la grada, Teresa no comenzó mal. Nadando con la mano derecha fue siempre alternando la tercera y la cuarta posición pero en el momento clave, en los últimos metros, supo mantener el ritmo y tocó la pared en un tiempo de 1:10.95, solo dos centésimas menos que la italiana Ángela Procida (1:10.97). La victoria fue para la china Pin Xiu Yip con 1:05.99 y la plata para la mexicana Haidee Viviana Aceves con 1:08.96.
UN CICLO COMPLICADO
Teresa Perales está compitiendo en París con un solo brazo. En los últimos Juegos Paralímpicos, los de Tokio 2020, compitió con una luxación en su hombro izquierdo. Aun así logró subirse al podio para recoger una plata en los 50 espalda S5, su categoría habitual de competición desde Sydney 2000.
En los meses posteriores fue intervenida y empezó a nadar con un solo brazo, el derecho. Fue reclasificada a la clase S2 para ese nuevo modo de nadar pero en febrero de este 2024, en las Series Mundiales de Melbourne (Australia), tuvo que volver a ser examinada. Los jueces decidieron que subiría de categoría, a las S3, algo con lo que tanto la nadadora como el Comité Paralímpico Español y la Federación Española de Deportes de Personas con Discapacidad Física, de la que depende, no estaban conformes.
Las reclamaciones provocaron que en abril, en Funchal, sede de los Europeos, la nadadora aragonesa volviese a pasar un proceso de clasificación con el objetivo de ser revisada de nuevo su discapacidad. El objetivo era volver a la clase S2 y así competir de igual a igual con nadadoras que lo hacen en condiciones similares a la suya. Lo consiguió.