"Mal de muchos... Consuelo de tontos". Porque la baza de aferrarse a un bajón psicológico tras perder la Copa del Príncipe ya tiene sus horas contadas, suena repetitiva y vacía. Ya aburre, cansa.
Y más cuando se exhibe en una plantilla, la del ViveMenorca, cargada de calidad, de experiencia y de garra, capaz de levantarse de este embrollo en el que se ha metido y que, a falta de disputarse el partido de este mediodía (a las 12.15 horas, en el Pavelló Menorca), coloca al Melilla, líder de la competición, a cuatro victorias.
Perder la Copa fue un palo, pero bajo ningún concepto una plantilla plagada de profesionales se debe permitir el lujo de tirar a la basura el trabajo y las ilusiones de toda una Isla, por un único partido. Así se debe plantear el partido de hoy ante el Breogán de Lugo.
El primero que lo tiene claro es el entrenador Paco Olmos, que en la rueda de prensa recordaba que "somos el mismo equipo que en su momento encandiló a la afición". Cierto. Y que asustaba allá por donde pasaba, se podría añadir.
Pero cinco derrotas consecutivas después, el equipo ha perdido esa especie de halo que le recubría y que infundía respeto en el rival, así como su identidad, para dejar al descubierto un garabato de lo que antes era un magnífico lienzo.
Tampoco ayudan los problemas físicos que el equipo ha arrastrado como los de Rash Turner y Marc Fernández, éste último tampoco estará este mediodía a disposición de Olmos, un handicap que el equipo ya ha tenido suficiente tiempo para hacerse a la idea para saberlo afrontar.
Otro aspecto que debe mejorar forzosamente es el juego en general. La furia y la bravura de antaño han dejado paso a una versión cansina y anodina de un grupo de jugadores que protagonizan lo que hasta el momento parece un argumento propio de una tragicomedia.
Cuthbert Víctor, Michael Umeh o el brasileño Caio Torres, son algunos de los nombres que la afición, en cualquier tertulia deportiva que se precie por Maó, apunta cuando se habla de las cinco derrotas consecutivas.
Si el ViveMenorca quiere ganar hoy, la afición debe poner la primera piedra. Pero a la hora de rematar la faena, corre a cargo del equipo.