Con todo el respeto para los amantes del baloncesto, la fórmula 1 o el tenis. Una final de un Campeonato del Mundo de fútbol no admite comparación posible con ninguna de estas disciplinas deportivas por mucho terreno mediático que hayan conquistado cada una de ellas en los últimos tiempos gracias a la eclosión de Pau Gasol, Fernando Alonso o Rafa Nadal. Nada es equiparable a lo que vamos a vivir esta tarde con un protagonismo manifiesto del fútbol y la Selección Española.
Y es que por fin le llega el turno al bien llamado deporte rey que en este último mes ha recuperado la posición que le corresponde históricamente en el universo deportivo como prolongación precisa del título continental que hizo suyo la Selección hace un par de años en Austria. Desde entonces, en torno al equipo de Del Bosque, ha crecido la afiliación hacia los colores. Es como si hubiera emergido un sentimiento patriótico que no es fácil de ver en nuestro país y, seguro, molesta a más de uno. Poniendo un ejemplo afín podríamos decir que si el Menorca Bàsquet cohesionó a toda una Isla en torno a un proyecto más social que deportivo, la España que hoy puede ganar el Mundial ha hecho más por agrupar a esta nación por una ilusión común, aunque sólo sea deportiva, que cualquiera de los movimientos urdidos por Mariano Rajoy o Carod Rovira, cada uno en sus contrapuestas posiciones.
En otros tiempos no muy lejanos, aquel que osaba portar un distintivo español en la carpeta de apuntes, en la moto o la mochila, era tildado, indefectiblemente, como 'facha'. Bueno, pues con ciertas o muchas reservas de los nacionalistas más radicales, que los hay en todas las Comunidades Autónomas, el fútbol y la Selección Española han conseguido, cuanto menos, que la bandera española coexista con naturalidad en una terraza o sobre los hombros por cientos de personas como tantas veces hemos visto a las senyeras o las ikurriñas, por nombrar algunas.
España ha vivido con una intensidad emotiva las horas previas a una jornada que, esta vez sí, sin ningún temor a la exageración que importune a Pedro Jaime Bosch, tiene un carácter histórico que escapa incluso al ámbito deportivo porque la atención planetaria estará ubicada en el magnífico Estadio Soccer City de Johannesburgo. Ese envoltorio magnífico aderezado con las imágenes de la llamada 'roja' que bombardean las televisiones una y otra vez convierten este verano en un estío distinto porque atravesamos por sensaciones desconocidas para todos, mayores, adultos o pequeños, Nunca antes España había alcanzado este registro. Por eso nunca podremos olvidarlo suceda lo que suceda hoy en Sudáfrica.