El Menorca Bàsquet ganó en Barcelona, a pesar de lo que diga el individuo que firma la crónica del partido con el que comparto nombre y apellidos. El segundo equipo de Paco Olmos, la afición, dio un nuevo ejemplo de porqué es una de la mejores de la ACB ante un Palau Blaugrana que disfrutó viendo a su equipo ganar, pero que nunca se lo llegó a pasar tan bien como los más de 200 valientes que corearon y no dejaron de alentar ni con su equipo 40 puntos abajo.
Pero eso fue la punta del iceberg. La noche anterior, la del sábado, se jugó un partido diferente. Los 'exiliados' más jóvenes, aquellos que andan formándose en la universidad de la vida por la Ciutat Comtal, conquistaron el número 31 de la calle Avinyó, donde sobrevive a la crisis La Musiqueta, paraíso escondido, lugar de reunión para Menorquines y donde sirven pomada que 'a tota hora cau bé'. Más de 150 personas se dieron cita en este rústico local, confesor de las mayores trastadas hechas por menorquines en el extrarradio. Estuvieron todos, entre otros, ilustres como Dolores y su pollo de dos pesetas, Lucas y su balada particular, un señor que iba 'damunt un ruc', es caixer batle de Alaior e incluso un japonés muy simpático al que la jauría, empezando por el que esto escribe, presentó el delicioso elixir de limonada y ginebra, mientras lo bautizaba como Joan. Al final, Joan, que creo que se llamaba Lyn y que nunca antes había probado la pomada, acabó enfilando la calle Avinyó entonando, con un acento muy gracioso, aquello de 'Jo som menorquí, menorquí...'
Pero los excesos no pasaron factura. La fiesta continuó en el Palau ayer por la mañana, con algunas ojeras, pero con la garganta nítida. El himno de Menorca se impuso al del Barça, a pesar de que demasiadas camisetas naranjas se destiñeron en pos de un azulgrana bastante traidor. Y al final ganó Menorca y su gente.