La vuelta a casa tras un duro trabajo siempre es un cóctel de emociones. Y las que se vivieron ayer en el puerto de Ciutadella no fueron la excepción. Volvía 'uno de los nuestros', un ciclista que ha hecho enorgullecer a tantísima gente en la isla con su primera participación olímpica y la sexta plaza conseguida con la Selección Española en la disciplina de persecución en pista, récord de España incluido. Era Albert Torres, 'Albert I' de Ciutadella y 'VI' del mundo, tal y como titulaba en su crónica el 'Menorca' el pasado 4 de agosto.
Familiares, amigos, vecinos y el conseller d'Esports del Consell, Juanjo Pons -única representación oficial- llegaron al puerto en la calurosa tarde de ayer y cuando divisaron el barco se sorprendieron viendo a Albert y su pareja saludando como en las películas de época. Minutos después, un mundo de maletas y, por supuesto, un par de bicicletas llegaron junto a Albert, que pudo ver pancartas de saludo en la terminal. Y, por supuesto, los correspondientes besos, abrazos, risas y sonrisas de quien es bien recibido porque ha hecho una gesta, y porque vuelve a casa, con los suyos.
"Estoy muy contento. He recibido muchos mensajes de ánimo antes y de felicitación después. Espero que sea el inicio de algo muy grande. Pero ahora me siento muy feliz. Muchas gracias a todos.", afirmó Torres. Estará hasta el lunes en la isla. Luego, de nuevo, a Palma. Y en ciernes, una negociación pendiente con un equipo italiano que quizá no es de relumbrón, pero ha participado en el Giro. Ése es otro de sus sueños de futuro: vivir un Tour, una Vuelta... Por de pronto, ya ha sido uno de los pocos menorquines en ser olímpico.
"Todo ha sido una gran experiencia. Increíble. He visto a deportistas que solo había visto en la tele... Las emociones, lo vivido... Ha sido brutal", recordaba. Una curiosidad, ¿lo del Diploma Olímpico, es en serio un Diploma? "Sí, sí. Lo que pasa es que no te lo dan enseguida... Me lo darán vía Federación"
Otra curiosidad. Algunos despistados preguntaban qué pasaba, y cuando se enteraban surgía una mezcla de sorpresa y admiración. La misma que tuvo un niño, cuando le pidió un autógrafo a Albert. Un grande. Felicitats i benvingut a casa.