Lo que quedará en la historia es si has ganado o has perdido, nos repiten hasta la náusea los integrantes de esa casta especial de "ganadores", que junto a otros héroes contemporáneos, "los emprendedores" y sus curas laicos, los predicadores del pensamiento positivo, nos mortifican con sus pláticas. "Ganar como sea", "por lo civil o por lo criminal", también son exabruptos corrientes en las declaraciones de jugadores y entrenadores muy especialmente los de la secta de los cerrajeros y repartidores de patadas.
Bien, viene a cuento esta digresión a raíz de la victoria (?) del Barcelona en la final de la Supercopa de España. Como culé debería sentirme eufórico, un título más al zurrón, lo que pasa a la historia es el resultado, etcétera, debería repetir como una jaculatoria. Pero no lo consigo. Estoy profundamente decepcionado con el juego y por el hecho de que el rival, el Atlético (aun con un clamoroso exceso de patadas consentido por el árbitro), fuera tácticamente superior en los dos encuentros, pero más si cabe en el de la otra noche, donde cuajó un soberbio encuentro de contención y contraataque fulgurante, que es una forma legítima e incluso bella de jugar. Suyas fueron las mejores ocasiones y de no ser por San Valdés, tendríamos otro campeón.
No, no me sirve en este caso la teoría del "peix al cove". Ganar no lo es todo. El Barça debe hacerlo imponiendo su estilo, un modo de jugar que ha encandilado al orbe futbolístico, excepto a los fanáticos seguidores de Mourinho. Porque era un futbol falsamente parsimonioso que aceleraba en el último tramo de forma fulgurante. Hoy por hoy está por ver si Gerardo Martino consigue rescatarlo del aburguesamiento. La desconexión de Messi, cuyo estado físico transmite serias dudas, es clamorosa, a Neymar se le ve demasiado frágil físicamente y Xavi pide a gritos un descanso.
Ganar, sí, pero con estilo.