Los XVIII Juegos Mediterráneos de Tarragona 2018, que se disputan entre el 22 de junio y el 1 de julio, han vivido este viernes en el Nou Estadi una ceremonia de inauguración de casi dos horas de duración inspirada en el pasado romano de la ciudad con la que se dio la bienvenida a las 26 delegaciones que competirán en unos Juegos que pretenden ser los mejores de la historia.
Una ceremonia en la que el agua fue gran protagonista junto a la historia romana de Tarragona, la antigua Tarraco, dando mucha importancia a los voluntarios y a los atletas, que con récord de participación gracias a 4.000 participantes lucharán por unas medallas --de oro, plata y bronce-- con la imagen de unas monedas romanas.
El Rey Felipe VI, que presidió la ceremonia, inauguró oficialmente los Juegos desde el palco presidencial. «Declaro inaugurados los XVIII Juegos Mediterráneos 2018 en Tarragona. Enhorabuena, adelante», aseguró tras dar la bienvenida en catalán, castellano, francés e inglés.
Junto al Rey presidieron la ceremonia el presidente del Comité Internacional de los Juegos Mediterráneos, Amar Addadi, y el presidente del Comité Organizador de la XVIII edición y alcalde de Tarragona, Josep Félix Ballesteros, acompañados en el palco por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat de Catalunya, Quim Torra.
Ballesteros aseguró tener el «honor» de dar la bienvenida a Tarragona «a millones de hermanos mediterráneos». «Esta ciudad es hoy la capital del Mediterráneo, nuestra gran patria. Tarragona es paradigma del amplio abanico del mundo mediterráneo porque cada ola del mar ha forjado nuestra identidad plural, respetuosa, solidaria. Estoy convencido de que estos deben ser los Juegos de la paz y del diálogo, unos Juegos para la historia», aseguró.
Por su parte, Addadi aseguró sentir una «profunda alegría». «Compartimos un Mediterráneo que nos une. Los Juegos ayudan a encontrar raíces comunes y nutren un mensaje de esperanza pese a los dramas que sacuden la región y que han convertido el Mediterráneo en un gran cementerio», señaló sobre la crisis de los refugiados. «Los atletas tenéis la oportunidad de dar lo mejor de vosotros mismos para hacernos vibrar de emoción, con lealtad y sin trampas, los Jugos deben mantenerse limpios», concluyó.
La ceremonia arrancó con una primera actuación musical fue a cargo de Lucrecia, con el himno 'Tarracus', la versión de 'Mediterráneo' de Joan Manuel Serrat a cargo de Àngels López y el 'Juguem per viure' de los niños y niñas de la Petaca, antes de la entrada de las 26 delegaciones, que salieron una a una.
Grecia fue la primera, rememorando el origen de los Juegos Olímpicos, y el resto salieron por orden alfabético en catalán, con sus porta-carteles, el abanderado y un portador de una ánfora con agua procedente de cada uno de los países, con la nadadora campeona olímpica y mundial Mireia Belmonte cerrando el desfile como abanderada de España.
Todo el agua de las ánforas terminó casi al final de la ceremonia en el 'Impluvium' --lugar que recogía el agua en las 'domus' romanas--, recogida por unas manos que tragaron y canalizaron ese agua vertida por las distintas ánforas justo antes de que el escenario se convirtiera en un original pebetero de agua que estará simbólicamente activo hasta el final de los Juegos el 1 de julio.
El cantante Antonio Orozco fue protagonista, con los temas 'Mi héroe' y 'Hoy será', y reunió a los distintos abanderados que, en semicírculo junto al escenario principal, esperaron la entrada de la bandera oficial de los Juegos (CIJM) desde el aire, portada por unos paracaidistas del Ejército. Hasta seis atletas, entre ellos el 'alcalde' de la Villa Mediterránea, el olímpico Jesús García Bragado, la recogieron para llevarla a la grada.
Ahí, de nuevo gracias a algunos de los 3.500 voluntarios y de los propios atletas la bandera fue izada en el mástil por encima del público en la puerta sur del Nou Estadi, que no se llenó, al son del himno del CIJM. Tras los parlamentos, los juramentos fueron a cargo de Jordi Ribera, en representación de jueces y oficiales, y de la campeona olímpica de halterofilia Lydia Valentín, siendo la representante de los deportistas, en contacto virtual con el agua del Mediterráneo.
Después de la parte más protocolaria, Tarragona 2018 sorprendió de nuevo con un grupo de niños que jugaron a la peonza en el 'Impluvium', que vivió una transformación con la entrada de la diosa de la vida --la soprano Begoña Alberdi-- que con una aria desató la fuerza de la naturaleza. Piedras, tierra, agua y fuego protagonizaron varias coreografías antes de que la pirotecnia de los fuegos artificiales y Lucrecia con 'Mi gente' y la mascota 'Tarracus' cerraran el acto.
La ceremonia, titulada 'Sueños de Piedra y Agua', fue creada y dirigida por el director artístico y escénico Hansel Cereza, cofundador de La Fura dels Baus, que ideó un evento con un 99% de protagonismo para los voluntarios de los Juegos, mientras que la música era una composición del pianista Sergio de la Puente.