En el proceso de transición energética la insularidad, subrayó la abogada especializada en este campo, Alba Sande, no es una limitación sino una «ventaja estratégica», aunque Menorca se enfrenta a grandes retos. El primero es la dependencia de la central térmica de Maó, una «instalación obsoleta» que representa «un obstáculo estructural» en ese cambio de modelo. El segundo es la red de transporte y distribución, que no tiene capacidad suficiente para evacuar toda la energía renovable.
Hay plantas fotovoltaicas que «sufren restricciones al vertido de energía que alcanzan el 40 por ciento en determinadas épocas», expuso Sande, y sus promotores «dicen literalmente que la energía producida en invierno se tira porque no hay suficiente demanda y no se puede almacenar, no podemos tirar energía en invierno, es una aberración».
En el plan 2050 debe incluirse ese refuerzo de la red, ampliar subestaciones, modernizar líneas de evacuación e incorporar sistemas de almacenamiento energético, se necesitan baterías, «son pasos imprescindibles para dotar a la Isla de un sistema resiliente y seguro».
Por otro lado, ante el rechazo social al parque eólico marino, la ponente señaló que no se puede prescindir de las tecnologías marinas, pueden ser eólicas o solares. Sande es partidaria de no renunciar al parque eólico, «un molino de viento puede proporcionar 20 megawatios y a varios kilómetros de la costa se ve del tamaño de un pulgar desde la tierra, es importante que tengamos estos datos antes de evaluar si estamos a favor o en contra».