Julio Mauriz es de conversación amable. Tras la serenidad de sus palabras resulta fácil imaginarse al autor enfrascado en plena escritura y vertiendo sobre el papel la historia de Augusto, el protagonista de su primera novela larga "Pervivir en la memoria" (Hontanar, 2010). Este leonés, nacido en Villafranca del Bierzo hace 48 años, cuenta cómo a un emigrante de 60 años la vida le da un giro de 180 grados cuando se le diagnostica la enfermedad de Alzheimer.
Explica Mauriz que a lo largo del proceso narrativo –de casi 400 páginas– le desborda la ilusión de situar la ficción durante toda la primera parte en su tierra natal. "Puede que mis paisanos confundan fantasía y realidad", dice, y respecto a ello, en el prólogo alerta que "no hay que buscarle tres pies al gato. O sí, si se prefiere", pues la interpretación literaria es libre. Aun así, las descripciones de cada localización del "terruño" –como él lo llama– pueden llevar al equívoco, o mejor dicho a la ambigüedad, de si Mauriz es o no el protagonista. "La historia es totalmente inventada y propia, pero si es verdad que al detallar mi pueblo los villafranquinos, sobre todo los que me conocen, pueden pensar que hay algo más de mí", aclara. Y es precisamente a la localidad del escritor, donde Augusto regresa una Semana Santa de finales de los 60, mucho antes, con el fin de buscar el arrepentimiento y quien sabe si "tal vez alcanzar la misericordia de Dios de una forma palpable con su curación".
La morriña de un leonés afincado en Menorca desde hace años y una segunda parte –emplazada en la actualidad y en Gijón– donde se describe la evolución de la enfermedad del protagonista, sirven a Mauriz como excusa para relatar un compendio de recuerdos de infancia, un sinfín de mentalidades de ayer y hoy y tintes varios de una vida marcada por la emigración. Letras sobre las relaciones humanas con las que desvelar paulatinamente los secretos de cada personaje.
De creación lenta, es en esta novela donde especialmente se recrea en las descripciones. Desde la lejanía y la añoranza logra pintar una visión que reconoce como "subjetiva e idílica". "Siempre tengo muchas historias en mente, aunque algunas no terminen de madurar", añade.
Aprovecha los inviernos de la Isla para dar forma de relato a sus ideas. "Cavilo durante mis paseos por Ciutadella, pero aun así a medida que avanza la historia el protagonista se desvía, creo que esto nos pasa a todos los escritores y luego el resultado final nunca coincide con el que uno se había imaginado". Entre sus referentes, el también berciano y poeta Antonio Pereira, "uno de los mejores cuentistas y que falleció el pasado año"; Delibes, Camilo José Cela y García Márquez. Maestros de los que bebe y aprende a diario.