La diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada presenta este jueves, a la 19.30 horas, en el Ateneu de Maó, el libro de sus memorias, «Mi historia», con sello de la editorial La Esfera de los Libros y en colaboración con el periodista Pedro Narváez.
Musa de la Movida madrileña, marquesa de Castelldosríus, baronesa de Santa Pau y grande de España, Ágatha Ruiz de la Prada (Madrid, 1960) narra aquí con un estilo directo y sincero sus vivencias más íntimas, a veces, con provocación y sin pelos en la lengua. Lo hace desde la visión de quien ha pertenecido a dos mundos, el de la aristocracia y la vanguardia que ella misma impulsó, luchando por la igualdad de las mujeres, para empezar, en la ostentación de los títulos nobiliarios. Y cultivando su profesión con tanta pasión que ha estado en las pasarelas de moda más internacionales, con una permanencia de más de 30 años. Hija de un famoso arquitecto, Juan Manuel Ruiz de la Prada y Sanchiz, de quien aprendió, según cuenta, el amor por el trabajo, y de una aristócrata catalana, María Isabel de Sentmenat y Urruel, que la vinculó a Barcelona desde pequeña, estuvo casada con el controvertido periodista Pedro J. Ramírez, con quien tiene dos hijos y se divorció en 2017.
¿Era importante contar sus memorias?
—Es una tendencia actual y está de moda hablar desde la sinceridad. Estamos en un momento de enorme indiscreción, al contrario de lo que ocurría antes, que la gente era más discreta. Además, hoy, a la gente le gusta saber quién hay detrás de la camiseta que compramos, que le da valor.
Habla de lo profesional y de lo personal.
—Hay también un gran interés, en general, por la vida de grandes diseñadores, como Coco Chanel. Me ha hecho ilusión ser la primera en este país y dentro de este mundo profesional que lo haya hecho. Aunque, después, haya salido un libro que hable sobre todo de lo personal.
¿Cómo valora la aportación de Pedro Narváez?
—Soy una gran lectora, y por esto, respeto muchísimo la escritura que ha hecho en el libro este periodista y amigo. Yo le he contado la vida y él ha tenido que escribirla, que no era nada fácil. Estoy muy agradecida por su trabajo y con la editorial, La Esfera de los Libros, que también tenía toda mi confianza, por su trayectoria.
Sus diseños de corazones y la explosión de color fueron precursores hace tres décadas.
—Al principio, decían que aquello era imposible, que nadie iba a ponérselo. Considero que fui bastante valiente. Hasta que, poco a poco, mucha gente se ha iba vistiendo con mi ropa.
La hemos visto también en papelería, cosmética, joyería, muebles…
—Me alegra pensar que casi todo el mundo puede recordar haber tenido un bolígrafo o un bolso, o si no, un azulejo con mis diseños. He tenido mucha suerte, porque que te guste el trabajo que haces es lo más importante que hay en la vida.
Y la familia, dice en el libro.
—Sí, pero con la familia se sufre muchísimo. Y con el trabajo, se sufre, pero muchísimo menos, en comparación.
Cuando habla de sus hijos está la referencia a su útero en forma de corazón.
—Por poco me muero en los dos partos que he tenido, y era por mi útero en forma de corazón, donde se quedaba pegada la placenta. Con lo que me gustan a mí los corazones, ¡pero justamente aquí…!
¿Qué tiene el color, y sobre todo, el fucsia?
—En el mundo de la moda, hay dos colores principales. Uno es el negro, hasta tal punto, que parecía que no había otro con tanta elegancia. Y también ha estado muy de moda el fucsia. A mí siempre me ha gustado. Lo han usado desde Balenciaga a Christian Lacroix en sus colecciones. Es impresionante cómo funciona.
¿Cómo es la relación con las dos ciudades más importantes de su infancia?
—Iba desde pequeña a ver a mis abuelos y a la familia materna a Barcelona; y era una fiesta. Me encantaba. Ahora, la situación ha cambiado bastante. Sobre Madrid, pienso que, seas de donde seas, es una ciudad que acoge, y eso lo noté desde muy joven.
¿Qué vínculo tiene con Menorca?
—Me hace muchísima ilusión hacer aquí la presentación del libro. No conozco apenas Menorca, con lo de moda que está. Mallorca sí la conozco bien. Recuerdo que, embarazada de mi hijo Tristán, estaba en Menorca cuando me anunciaron que este niño iba a ser marqués. Había empezado la larga batalla por la ley que igualaría a hombres y mujeres en la sucesión de los títulos nobiliarios, y finalmente, pude heredarlos.
¿Siempre ha defendido a la mujer?
—Pero no desde un feminismo radical. No me gusta la forma cómo ahora se impone.
¿Qué tiene pendiente visitar en la Isla?
—En Menorca, me apetece pasar la noche de Sant Joan y visitar en la Illa del Rei la Galeria Hauser & Wirth. Mi vínculo con el arte contemporáneo, todo el mundo lo sabe, ha estado presente desde que empecé en el mundo de la moda.