La obra es importante, pero no lo es menos el lugar en que se expone. Bien lo sabe Arturo Berned (Madrid, 1966) gracias a su doble condición de arquitecto y escultor, quien habla maravillas de las posibilidades que ofrece a sus creaciones la Galería de las Misiones, en el centro de Maó, donde exhibe la muestra «En busca de la línea», una propuesta en la que, como es habitual en él, juega con el lenguaje geométrico.
Licenciado en Arquitectura, siempre tuvo en mente Bellas Artes. Tras poner en práctica sus estudios durante 16 años, en 2004, una vez finalizados los proyectos en los que participaba dentro del estudio Lamela, como la T4, el Bernabéu o el edificio de Telefónica en Madrid, aparcó su profesión para centrarse definitivamente en la escultura.
Su condición de arquitecto, reconoce, ha influido mucho en su producción artística, ya que ambos mundos están conectados. Trabaja con diferentes materiales, pero el acero corten es el principal, al que aplica procesos industriales que «tienen mucha ciencia». Al respecto, explica, en lo que se refiere a los grandes formatos, que «la manera en la que los artistas, tanto escultores como arquitectos, inician y conciben su obra, desde mi punto de vista es la misma».
Especializado en piezas de gran volumen, una suerte de «serendipia», reconoce, entró en juego para que su obra pudiera viajar a Menorca. «Hace un año sentí la necesidad de bajar al formato pequeño, necesitaba sentirme dueño de las piezas, más que las piezas fueran dueñas del espacio», relata. Pero más allá de tamaños, el propósito sigue siendo el mismo: «Reivindicar la importancia de la geometría, y no solo en mi trabajo».
Berned pone el acento en la trascendencia del número áureo en el arte, «en el que me apoyo para tomar cada una de las decisiones métricas cuando hago una escultura», aunque no esconde que «muchas veces el capricho también forma parte de la concepción de una pieza». Sin embargo, defiende el artista que «detrás de la belleza solo hay números».
El madrileño acostumbra a recurrir a la idea de «esculpir el vacío» como una de las claves en su trabajo artístico, concepto que explica con el siguiente ejemplo: «El vacío es como el silencio en la música. La única manera de poder hacer música es puliendo o distribuyendo los silencios de manera rítmica y adecuada... Con el vacío ocurre lo mismo».
«Para ser escultor, además de esculturas, debes tener una idea preconcebida o muy clara de hacia dónde quieres ir a nivel conceptual y vital», añade sobre una profesión en la que «no todo son brillos y luces» y en la que hay «mucho sacrificio, disciplina, trabajo y fracaso... Siempre digo que se consigue una buena escultura gracias a otras diez que has fallado».
Ciencia, matemáticas, espacios, geometría, líneas, vacíos... Elementos que participan en la creación de una obra para la que Berned tiene un propósito cuando sale del taller: «Al fin y al cabo, creo que el gran y fundamental papel del arte es poder conmover el alma. Si consigo eso en una sola persona, ya ha merecido la pena», concluye.