Al fondo de la sala El Roser, tras pasar por unas cortinas confeccionadas con las imágenes de documentos relacionados con procesos judiciales, se llega a una instalación artística que toma forma a través de la representación de un altar presidido por la toga de un juez y un espejo detrás en el que se puede leer el nombre de Juana Rivas. Clara Garriga Andreu recurre a ese mediático caso, «el de una madre que intenta cuidar a sus hijos y a la que la Justicia le pone trabas», para escenificar el problema que aborda en la exposición «L’art como a restes». «Hay muchas Juana Rivas», sentencia mientras contempla su obra.
Esta es la primera exposición individual desde antes de la pandemia de la artista multidisciplinar menorquina, que nace de alguna forma de las consecuencias de aquella época al ser invitada a participar en la muestra colectiva «Distancia social» (2021). Proyecto en el que participó con el vídeo «Tu madre, tus amigas, tus ex» y que surge de las conversaciones mantenidas con el psicoanalista Martín Ríos, una de las piezas clave en el discurso de la muestra junto a la comisaria Patricia Garrido. Los tres han colaborado en una propuesta que a través de la fotografía y la videoinstalación se adentra en el rastro emocional y político de la violencia de género e institucional.
La exposición está diseñada como un reflejo de los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres maltratadas. Las piezas que forman parte del montaje reflejan un proceso que pasa por la anulación, el dolor, el empoderamiento o la búsqueda de la comunidad, entre otras etapas. Un recorrido en el que la artista invita al público a recorrer el vacío que deja la violencia y a poner nombre a aquello que a menudo permanece oculto o silenciado.
La exposición reivindica el poder del arte para hacer visible el dolor, pero también el deseo y la resistencia. «El resto es cuando una persona, en este caso una mujer, vive una situación traumática y está ya totalmente anulada, pero aún queda algo, una fuerza vital de fondo».
Planteamiento que conecta con el arte y la creación, y que Garriga utiliza para trasladar un mensaje claro al espectador: «Que la violencia de género, el machismo y la violencia están fuertemente instaurados y normalizados en nuestra sociedad y en el poder judicial. Y es por ello que se trata de un tema del que se tiene que seguir hablando para así seguir visibilizando esta problemática y darnos cuenta de nuestro papel como sociedad en todo esto y conseguir entre todos y todas cambios positivos en nuestro entorno».
La colección fotográfica «Madres» nutre principalmente el discurso de la muestra, en la que también aparecen imágenes de la naturaleza como el árbol. Frente a uno totalmente arrasado, en el lado opuesto de la sala, resiste otro ante la adversidad. Ladeado y aparentemente orientado a un destino trágico, busca el sol y mira hacia arriba. «Para mí simboliza todo», confiesa Garriga sobre una composición que habla sobre la resistencia.
Sobre el montaje, lo que se simboliza y representa en ese escenario, reconoce Martín Ríos que sirve para reflejar una experiencia «que en un principio parece personal y enseguida se convierte en colectiva». Algo con lo que se pretende, por encima de todo, «involucrar a la gente» a través de una escena que «busca representar el camino recorrido por las víctimas para hacer de este un encuentro de lo público con lo colectivo y con la reflexión. Es el intento de que el ‘resto’ lata e inquiete a todas las personas».
Enhorabuena por la obra, valiente, a sabiendas el estigma que tiene ese caso