La reubicación, desde hace dos años, de las ambulancias de emergencias en el tramo final de Es Pla de Sant Joan forzó anteayer -por vez primera- la suspensión de los Jocs por culpa de un accidente. Aunque las noticias confusas sobre el estado de los tres heridos desalentaron a varios cavallers, las carreras habrían podido celebrarse si el hospital de campaña hubiera seguido emplazado en la colársega, junto a la discoteca «Embassy», como era habitual hasta que el Ayuntamiento dejó de contratar directamente el servicio sanitario de las fiestas con Cruz Roja para sacarlo a concurso.
Junto a la colársega, en el punto más ancho de Es Pla, puede haber varias ambulancias atendiendo a heridos o evacuándolos sin interferir las carreras. Pero no así al final de Es Pla, donde se han ubicado estos dos años, ya que por su estrechez no caben más de dos ambulancias y éstas disponen de la misma vía de evacuación, la cuesta del Bastió, que siguen los caballos que corren s'ensortilla.
«Está claro que nosotros no elegimos la ubicación, sino el Ayuntamiento, y que desde el principio ya detectamos que, en caso de un accidente múltiple, podría taponarse esa zona de Es Pla. Si estamos evacuando a un herido, los caballos no pueden correr», arguye la coordinadora de Cruz Roja, Maria Antònia Pons.
Por otra parte, el joven que fue golpeado por el caballo e hizo desequilibrar a l'amo de s'Aranjassa, provocando el accidente, asegura que entró levemente en el pasillo porque fue empujado por el gentío cuando se encontraba cerca de s'ensortilla.
Desde el siglo XV son muy corrientes en Menorca las carreras,así como el juego de ensartar anillas, circunstancia que ha contribuido al fomento de la cria caballar. Por otra parte, se conseguían así remontas, que estaban a disposición del Inspector de Caballos para dotar de montura a los jinetes que recibieronla orden de acudir prestos donde surgiere el enemigo. Estas carreras y juegos de anillas se han conservado en Ciutadella, donde el día de Sant Joan tiene lugar una gran cabalgata (Sa Colcada). Es una gran efeméride para la ciudad, de la que son testigos cuantos, en número muy numeroso, acuden a aquélla de todas partes. Así, no hay ciudadelano que cuente con amigos y conocidos en otras poblaciones que no se apresure a invitarlos, ni caballista que no se prepare para este día y hable de ello con meses de antelación. Todos desean desempeñar un papel importante. Las clases pudientes disponen de huertos propios, con terrazas, en el Pla de Sant Joan, desde donde presencian el desarrollo de las carreras con sus amigos. Yo mismo he asistido varias veces a este gran acontecimiento que parece trasladarnos de improvisto a siglos pasados. Para la Fiesta de Sant Joan, el Ayuntamiento designa cada dos años seis caixers, dos menestrals, uno de soltero, ataviados con frac negro, calzón corto blanco y estrecho, hebillas, chaleco blanco, corbata, guantes, botas altas con espuelas de plata, sombrero de pico y daga larga. Siguen dos campesinos (pagesos), soltero uno, que se distinguen de los menestrales por el negro de sus calzón y chaleco y por su sombrero de teja. El Caixer Senyor noble, asimismo soltero, va provisto también de daga, y viste como los menestrals, pero con más riqueza. El Caixer Capellà o Sa Capellana es elegido por turno de entre los beneficiados de la Catedral. Lleva frac, calzón negro corto, chaleco, sombrero de pico, chaquetilla corta de seda y botas de montar con espuelas de plata. El domingo anterior a Sant Joan, y en el orden descrito, efectuaran una colecta por las casas principales precedidos de un tamborilero que actúa al tiempo como flautista, vestido igual que los caixers menestrals, y de otro personaje, que representa a Sant Joan, portador de un cordero vivo adornado con flores y con una cruz encarnada sobre el lomo. Archiduque Luis Salvador de Austria, 1891