Intercambio directo de bienes y servicios, sin mediar la intervención de dinero, es decir, el trueque de toda la vida, un invento tan viejo como la rueda pero que gracias a la crisis está resurgiendo. Ya lo dice el diseñador gráfico Pepe Torrent, "yo no he inventado nada", cuando explica el sistema de intercambio de género que ha puesto en marcha en su estudio. "La gente lo encuentra un poco atrevido porque se sale de la norma, pero creo que en el fondo tan sólo es una cuestión de hábitos", confiesa.
En el escaparate de su negocio se puede leer en un cartel, "no pague en efectivo... Género por género". La idea surgió hace tiempo y ya ha hecho unos cuantos intercambios, como por ejemplo tarjetas de visita por toallas o jabones. En otras ocasiones sucede que el trueque no se lleva a cabo porque a alguna de las partes no le interesa del todo, explica el joven empresario, quien ve su práctica como una forma de luchar contra la costumbre de "gastar por gastar". "Si intercambiamos productos los estamos reutilizando", explica, lo que desde el punto de vista medioambiental también resulta interesante. "A veces tenemos fijada e idealizada la moneda como único recurso para acudir a comprar, pero existen otras opciones", concluye Torrent.
Y es que en situaciones de crisis económica la falta de liquidez hace retomar viejas usanzas. Tal es el caso también del banco del tiempo, una iniciativa que triunfó en Maó para intercambiar servicios y que hace dos meses se trasladó a Ciutadella, donde ya se han dado de alta cerca de 40 personas, según informan los organizadores.