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El "Amnesia", a 60 metros de profundidad

Un equipo de submarinistas descubre el estado actual de un antiguo pesquero que se dedicaba al transporte turístico cuando se incendió en junio de 2008 en el interior de la cala Santandria

De barco, a pecio. Los restos del pesquero incendiado reúnen una gran variedad de flora y fauna sobre una extensa planicie de arena - PDD

| Maó |

Estamos a 4 millas y media de la costa, en algún punto cercano a Ciutadella, al través de Cala Santandria, donde yacen los restos de un gran pesquero transformado en embarcación de crucero, hundido ya hace casi dos años (al mediodía del 30 de junio de 2008) tras un incendio incontrolable. El lugar exacto nos ha sido facilitado por las indicaciones de José Almagro, miembro insustituible de la PDD (Pfeiffer's Deep Divers, que desde hace años busca pecios profundos en la isla), y por Manolo Mora, expertísimo buceador del Club Náutico de Ciutadella. El pecio parece haber sido descubierto por un buceador inglés propietario de un club de la zona.

Es un objetivo interesante por dos motivos: el primero es que, siendo una pequeña "isla" en un vasto campo de arena, es posible que se haya transformado en un oasis de biodiversidad; el segundo, que se trata de un balandro, es decir, una barca de época construida totalmente en madera, por "mestres d'aixa" catalanes a finales del siglo XIX o principios del XX, por lo que interesa ver qué efectos ha producido el mar sobre su estructura.

La sonda muestra un fondo plano de arena a 50-60 metros de profundidad, sobre el que destaca una "mancha" irregular que se levanta hasta casi 10 metros del fondo. Se trata de un banco de pececillos; buena señal, pues indica que deambulan al amparo de un refugio sólido. En un segundo paso, ya se destaca un pico vertical que asciende de -59 a -52 metros, para caer después bruscamente, y bajo él se observa un eco de elevada consistencia. Esta vez no puede ser sino el pecio.

A la señal, José Moya larga el lastre que, unido a un largo cabo con una boya en su extremo, marcará nuestro descenso y supondrá la estación de descompresión. Nos equipamos con Trimix (una mezcla de aire y helio) y un autorespirador (rebreather), y nos lanzamos a un agua clara, de unos 20-25 metros de visibilidad. A los 40 de profundidad, ya se vislumbra una gran mancha oscura rodeada de un gran banco de castañolas, de sardinas y de "tres colas" (Anthias).

Tocamos fondo a -59 metros, y nos acercamos al derrelicto. En la proa, alta y afilada, luce un mascarón algo deteriorado y una roda dañada por el impacto contra el fondo, pero conserva la elegancia de cuando surcaba las olas. El balandro tiene unos 17 metros de eslora y 4 de manga. La quilla era poco profunda y la popa plana e invertida, para apoyarse en las olas portantes. El balandro original no llevaba motor, pero este sí, al haber sido transformado por su armador en crucero de placer, por lo que no nos ha sorprendido encontrar, semiescondida entre las varengas, una gran hélice de bronce de 4 palas, evidentemente la de respeto. El puente se encuentra totalmente destruido, como muchas otras partes de la obra muerta, casi completamente carbonizada. No obstante, sorprende que, a pesar del tiempo transcurrido y los daños que el fuego imprimió en el barco, el flanco y la popa aún continúan pintados de azul, sobre el que destaca el amarillo intenso de las gorgonias (Parazoanthus axinellae).

Buscamos, en lo que queda de la cabina de mando, hacia popa, un nombre o un número de matrícula que puedan servir de identificación, pero no lo encontramos. Sabemos de qué barco se trata porque el 1 de julio de 2008 el diario "Menorca" publicó lo ocurrido en Santandria, donde el barco estaba anclado a la rueda: A las 12.30 horas, una columna de humo negro se alzó desde cubierta, llamando la atención de todos los que se hallaban en la playa y el bar próximo. Llegaron los bomberos, la Guardia Civil e incluso una lancha de Salvamento Marítimo. A bordo del balandro no se encontraba nadie, y el fuego devoraba rápidamente la vieja madera impregnada de pintura. Dándose cuenta de que el fuego era ya incontrolable, y pensando en la seguridad de las personas presentes en la playa si se alcanzaban los depósitos de combustible, las fuerzas de seguridad decidieron remolcarlo hacia alta mar. Fue durante este remolque hacia la Barra cuando se inflamó el carburante y se desencadenó el infierno. Dejado a su destino, el barco se hundió en pocos minutos. El pesquero, como demostraron investigaciones posteriores, tenía el romántico nombre de Amnesia y era propiedad de un inglés, aunque de probable origen español, llamado Peter Luis Martínez, y era conocido de estas costas por frecuentarlas en verano, procedente de Mallorca, donde pasaba el invierno.

Mientras que de la cabina solo quedaban algunos restos, recubiertos de animales incrustantes, el espejo de popa permanece íntegro, con un amplio timón y, en su lugar, la hélice. Algunos días después, en el curso de una inmersión sucesiva, nos hemos apercibido de que la hélice de respeto que habíamos visto a proa había desaparecido. Nada que hacer, es el destino de casi todos los relictos: ser depredado, porque son pocos los que resisten la tentación de llevarse a casa un recuerdo, sin darse cuenta que esto acelera la destrucción del pecio.

En la vieja estructura la vida es muy intensa : serranos imperiales, lábridos de varias especies, mólleras, dentones, doradas y sargos picudos y de cola negra. Además, cangrejos, anémonas y estrellas marinas sobre el fondo.

Al límite de la visibilidad, a una treintena de metros de distancia de la popa, se vislumbra una estructura sólida en la penumbra. Nos acercamos y comprobamos que se trata de una gran plancha de hierro oxidado, sobre la que crecen varias colonias de briozoos y esponjas. En la barca, servía para sostener un amplio toldo que daba sombra a la cubierta.

Cuando iniciamos el regreso, unas pocas burbujas que se pierden en el azul provocan la atención de un grupo de gruesas servias, que desde lo alto caen en picado sobre el banco de sardinas, que se aprietan entre sí y contra el barco, formando una masa compacta. Las servias dudan, dan algunas vueltas y acaban por desaparecer. La calma vuelve al fondo. Imaginamos que las sardinas, tiritando, han dado un gran suspiro de alivio.


Pero es el momento de subir. Aún queda otra media hora de descompresión que cumplir.

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