Por la ventanilla del coche, camino a Ferreries, observé ayer por la mañana una nube de polvo rojo que se elevaba varios metros. Cualquier otro día aquello habría despertado aquel instinto que llevamos los periodistas, y habría cogido el teléfono para que alguien me informara de qué estaba pasando. Pero ayer no. Ayer nos habían citado a una visita a las obras del desvío de la carretera general, la actuación viaria seguramente más reclamada en la historia menorquina.
Tal como han comprobado ya estos días muchos ferrerienses y curiosos, la actuación impacta. El movimiento de tierras que prepara el terreno para acoger la carretera dibuja una amplia franja roja de tierra, sin vegetación, tal cual un desierto. "Ahora impacta mucho, pero cuando la obra esté acabada, el terreno ocupado no será tanto, y el impacto será mucho menor", explica uno de los responsables de la obra. De momento, diez máquinas y doce empleados se encargan de convertir lo que antes eran tanques en una carretera. Uno de estos vehículos impresiona cuando sube pendientes impensables, y baja comiéndose la tierra y depositándola en grandes montañas. En algunos puntos, explican los jefes de la obra, las máquinas se van a comer hasta 20 metros de profundidad de la actual montaña.
Sin embargo, en esta obra lo que más curiosidad despierta es el túnel, y por eso los ojos de todos los que estábamos en la visita de ayer buscaban el punto exacto en que la carretera circulará dentro de la montaña. Por ahora, se ha desbrozado la zona de bancales por donde entrará la carretera, pero para empezar a agujerear la montaña falta aún salvar el desnivel existente entre el trazado y la montaña, mediante un puente que salvará un pequeño torrente y que hará desaparecer una construcción agrícola. Eso sí, ayer pudimos ver que el túnel entrará en la montaña cerca de las casas de Son Blanc.
Durante el recorrido por la tierra roja de la obra, los responsables de la empresa adjudicataria, Ferrovial, explican que aquella va a ser una iniciativa en que se cuidarán al máximo los detalles. Se trata de reducir el impacto visual de una obra cuestionada en este sentido por algunos sectores de Ferreries, así como también garantizar una buena conectividad entre ambos márgenes de la vía. Por ello, por ejemplo, se van a construir cajones que comunican las dos zonas, y se han previsto taludes que se puedan revegetar con facilidad. Sobre el terreno, uno de los aspectos que destacan, tras la polémica que en algún momento se ha vivido en Ferreries alrededor de si el pueblo quedará invisible desde la nueva carretera, es que la silueta del pueblo se aprecia perfectamente desde la nueva vía cuando ésta se acerca al túnel. En otro tramo de la obra, el polígono industrial queda también claramente a la vista de los conductores.
Al pasear, sorteando los desniveles de la tierra, a uno le viene a la cabeza que para semejante obra hay pocos operarios en la zona. "Eso cambiará", explica sonriendo uno de los responsables de la obra. En septiembre ya podría haber entre 60 y 80 obreros trabajando, y en los momentos punta, hasta 150. Esto de manera directa, recuerdan los responsables de la obra, puesto que de manera indirecta serán muchos más, aseguran, los que trabajarán para esta carretera. En su día, cuando se presentó el proyecto, se habló de 406 puestos de trabajo directos y 731 indirectos. Es decir, un empleo por cada cuatro metros de carretera. El dato, como mínimo, impresiona.
La visita acaba con los pies rojos de tierra, la camiseta sudada por el calor, y el compromiso de la empresa y del Consell de informar de la evolución de la mayor obra viaria de la Isla.