Conserva la apuesta figura, voz profunda y elegantes modales que le valieron el título de galán con el que se prodigó por teatros de toda España antes de recalar en Menorca. Aquí enraizó hasta hacer provechosa su dedicación de la que especialmente se ha beneficiado el Orfeón Mahonés al que salvó de su perdición cuando a finales de los años 80 se daba por casi desaparecido. Allí fue donde debutó en Menorca a inicios de 1960, el mismo año que pisaba el escenario del Teatre Principal. Ahora celebra los cincuenta años de aquella "primera vez" que recuerda con cariño, especialmente por los que estuvieron a su lado y ya no están y de todos aquellos con los que sigue compartiendo la pasión por el teatro.
La historia de actor de Juan Cubas empieza temprano, casi se podría decir que antes de su nacimiento y se extiende hasta sus cinco nietos, Jansu, Heura, Nil, Javi e Irene, que a tempranas edades ya saben lo que es estar sobre un escenario. Seis generaciones, ni más ni menos, contagiadas por el embrujo poderoso de un arte que le apasiona. Los bisabuelos maternos de Cubas, Antonia y Miguel Gómez, eran actores. Sus abuelos maternos, Emilio Cremadas y Concha Gómez, actores también. Sus padres Gonzalo Cubas y Juana Cremadas fueron quienes le subieron al escenario por primera vez. Especialmente la historia que vive Juan Cubas con su madre resulta conmovedora. Con cuatro años Juan ingresa con su madre en la prisión por motivos políticos y es donde debuta por primera vez con la compañía que Juana había creado en la misma cárcel. Hacía el papel de monaguillo en la zarzuela "Gigantes y cabezudos", el primer papel infantil de los muchos que vendrían de forma continuada en el colegio y hasta en la mili.
Juan Cubas encuentra en Menorca el amor de su vida también en el teatro. Conoce a Laura Pons cuando ésta sólo contaba 14 años. Los tres hijos de su matrimonio, Laura, Maria José y Juan Miguel heredan también de sus padres la pasión por el teatro con el que la familia vive grandes momentos de satisfacción.
El estreno de Juan Cubas en el Orfeón Mahonés lo hizo precisamente con la que sería luego su suegra Laura Olives, una de las actrices más famosas del momento con la que interpretó el papel de galán en la obra "Ha entrado una mujer". Cubas había llegado tres años antes a Maó con el teatro portátil de los hermanos Largo de la compañía Pepe Escrivano y Maruja Carrasco. Los seis meses que permanecieron en la ciudad, con un cartel de 117 obras, le sirvieron para encontrar un sitio en el que asentarse, además de unas amistades que luego se harían más fuertes, y poder vivir con un poco más de estabilidad que no encontraba en los continuos cambios de compañías y contratos breves y siempre inestables.
Orfeón Mahonés
El popular teatro de Maó se convirtió pronto para Cubas en algo más que un escenario en el que actuar. Entró a formar parte de la junta directiva desde casi su llegada a la Isla. Y a finales de la década de los ochenta lo llamaron con el propósito de convertirlo en presidente después de que hubiera sido director de teatro durante muchos años. "Querían un loco, el loco fui yo". El Orfeón vivía sus peores momentos, y requería de alguien que se pusiera al frente y ganara la batalla ante el riesgo de que se cerrara para siempre. El trasladado a un nuevo local fue una empresa tremenda pero eficaz, "lo conseguimos porque éramos un equipo muy unido de directivos con el soporte incondicional de los socios y particulares como Pedro Montañés, Rafael Rosselló, Fernando Rubió y Gesa que aportaron lo que nos faltaba". El antiguo edificio de la Eléctrica Mahonesa de la calle de Gracia fue la nueve sede en la que, poco después de la adquisición, se celebraron los cien años del Orfeón en 1990, con la satisfacción y orgullo de haber ayudado a salvar toda una institución de la cultura de la ciudad.
Toda una vida de entrega y trabajo por y para el teatro. Más de 1.000 obras sobre el escenario y recitales, con los que Cubas declara sentirse muy a gusto. Recuerdos para tantos y tantos actores y amigos, Pedro Bellot, Tófol Tomás, Delfín Serra, Laura Olives... Recuerdos de títulos que el tiempo ha grabado en su corazón: "El zoo de cristal", la última obra que se representó en el edificio antiguo del Orfeón en la plaza de la Conquesta; "La dama del mar" de Susan Sontag; obras de autores como Gala, Casona, Buero Vallejo... y a pesar de haber hecho muchas cómicas, reconoce que lo suyo es el drama, como le dijo su madre. El papel de Hamlet es el único que lamenta no haber hecho y le quedan aún muchos por delante, pero no los cita por si se los roba alguien. Y tiene claro, muy claro su último deseo, "me gustaría morir en el escenario, sería una muerte feliz, la leche, vamos!".