En el Valle de Tena existe un pueblo abandonado, llamado Búbal, que más que muerto parece más vivo que nunca. Desde hace 12 años recibe cada semana, excepto las más invernales, a dos grupos de estudiantes de institutos de España para que experimenten con sus propias manos la restauración de un pueblo que se desalojó para la creación de un pantano. 25 alumnos del IES Pasqual Calbó de Maó han sido los privilegiados de Balears al poder acudir a Búbal para dedicarse durante una semana a contribuir con todo tipo de trabajos a la mejora de un pueblo en el que no vive nadie pero que tiene casas que restaurar, animales que cuidar, instalaciones que mantener y muchas cosas más.
Coincidieron allí con otro grupo de estudiantes del IES Mirasierra de Madrid, codo a codo trabajaron juntos y, aun más, se fusionaron con los menorquines de tal forma que formaban un solo equipo, como explica Josep Xabuch, coordinador ambiental del IES Pasqual Calbó e impulsor de la iniciativa, que se había presentado hace un año, habiendo sido aceptada el mes de marzo pasado, y que acompañó a los alumnos junto con otro profesor, Josep M. González.
16 alumnos del ciclo formativo Activitats Agràries, seis del ciclo formativo de Electricidad y tres alumnos de primer curso de Bachillerato se fueron el pasado día 14 y estuvieron hasta el 20 inmersos en un calendario a rebosar de experiencias. Rehabilitaron la pared de una casa; arreglaron el tejado de un gallinero que se había estropeado a causa de la caída de una piedra del acantilado; daban de comer a los animales; estaban pendientes del funcionamiento de una depuradora y si debían desatascar una acequia lo hacían; desde la estación meteorológica tomaban nota de la pluviometría, hubo un poco de nieve, aunque no suficiente para satisfacer la curiosidad los menorquines poco habituados a ella... Y por las tardes, talleres, aprendieron de cestería, a trabajar con telares, a orientarse en el bosque y se divirtieron con los juegos populares de la zona.
Los estudiantes menorquines quisieron aportar allí también tradiciones de Menorca, por lo que se fueron cargados de quesos que con gran deleite degustaron los estudiantes madrileños y todo el personal que trabaja en Búbal. Tenían previsto elaborar queso en el mismo pueblo, por lo que se llevaron los "fogassers", "lligams" y demás útiles, pero al no contar con leche cruda su iniciativa se vio en este sentido algo frustrada.
Hasta las 21 horas de la noche el trabajo era continuo, luego quedaba algo de tiempo antes de irse a dormir para relajarse. Una de las propuestas que más gustó a los estudiantes fue la de interpretar una obra de teatro sobre el juicio de la bruja Orosia.
Cada grupo de actores y actrices representaba una casa del pueblo que estaba a favor o en contra de las acusaciones contra la bruja Osoria. El Tribunal de la Santa Inquisición al final la absuelve, pero lo que más importa es todo el conocimiento que los alumnos adquieren de una época en que la caza de brujas era auténtica y de una zona donde la superstición era ideología predominante.
Igual que Granadilla y Umbralejo, el pueblo de Búbal pertenece al Gobierno de Aragón, al Ministerio de la Vivienda, el Ministerio de Educación y el de Medio Ambiente. El futuro de Búbal es incierto, podría convertirse en un centro medioambiental, pero lo que es cierto es que el presente enriquece a todos los alumnos que tienen el placer de visitarlo y colaborar con la restauración de un pueblo que de fantasma ya no le queda nada.