Se inició en el mundo de la hípica con tan solo nueve años y, desde entonces, la vida de Chloe Morris Talbot (Sant Lluís, 1985) ha estado ligada al mundo de los caballos. A los 16 años se trasladó a Girona para formarse en el Centro de Adiestramiento de Víctor Álvarez y, una vez finalizados sus estudios, consiguió un trabajo con la reconocida amazona Beatriz Ferrer-Salat, ganadora de dos medallas en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
No obstante, el deseo de Morris de continuar progresando la llevó hasta Alemania, donde se instaló en diciembre de 2006. Su primera parada fue la Finca Kasselmann, ubicada en un pequeño pueblo denominado Hagen am Teutoburger Wald.
Posteriormente, la menorquina trabajó con Wolfram Wittig en Rahden hasta que logró formar parte del equipo del club hípico regentado por Isabell Werth, una de las amazonas de doma clásica que más éxitos ha cosechado. Las instalaciones se encuentran en Rheinberg aunque Morris reside en un pueblo cercano llamado Budberg.
¿Cuándo comenzó su afición por los caballos?
Desde pequeña siempre he sido muy deportista y, entre otras cosas, practiqué atletismo, karate y baloncesto. A los nueve años tuve ganas de probar algo nuevo y mi madre, que había montado de más jovencita, me sugirió que empezará con la hípica en "Es Boeret", cerca de Alcalfar. Fue allí donde empecé a montar junto a mi hermana, Rebecca. Al poco tiempo pasaba todas mis horas libres con los caballos y, pocos meses después, mis padres me compraron uno. "Iker" tenía quince años y había estado durante dos años suelto en un prado porque la hija de los antiguos propietarios se había ido fuera de Menorca a estudiar.
Parece que encontró en la hípica su pasión...
Sí. La hípica era y sigue siendo mi pasión. Guardo muchos recuerdos de los años en los que monté en "Es Boeret". Tenía muy buenos amigos allí y los dueños de la hípica siguen siendo como de la familia. Por otro lado, "Iker" se convirtió en una parte importante de mi vida y junto a él obtuve mis primeros éxitos. Fui campeona de Menorca en 1996 y 1997 y también gané el campeonato de Balears en 1996. Junto a mi madre obtuve el primer puesto en el Campeonato de Menorca en salto de obstáculos y nos proclamamos subcampeonas del Trofeo Infanta Elena de 1998. Además, participé en las fiestas de Sant Lluís como "caixera" en los años 1999 y 2000.
Se marchó de la Isla con tan solo 16 años. ¿Qué la empujó a tomar esta decisión?
Decidí que quería hacer de la hípica mi profesión y teniendo en cuenta que en Menorca no se impartía ningún título de formación profesional ecuestre, mis padres y yo nos planteamos buscar otras opciones. Así fue como acabé en el Centro de Adiestramiento Víctor Álvarez, situado en un pueblo de Girona llamado Sant Martí Vell.
¿Dónde se instaló?
Durante el primer año viví en un bungalow que estaba en el mismo centro ecuestre. Lo compartía con una chica de Barcelona y la verdad es que tengo muy buenos recuerdos de aquella época. Había mucha gente joven y muy buen ambiente. Un año más tarde alquilé un pequeño piso en el pueblo. Era bastante barato y trabajando los fines de semana en la hípica podía pagarlo.
Posteriormente tuvo la oportunidad de trabajar junto con una de las amazonas españolas de doma clásica de más prestigio, Beatriz Ferrer-Salat. ¿Cómo surgió esta posibilidad?
Durante el segundo año en el Centro de Adiestramiento Víctor Álvarez, Beatriz Ferrer-Salat fue invitada a ofrecer una charla para los alumnos. ¡Yo me moría por verla y escucharla! No me perdí una palabra de todo lo que dijo y una de las cosas que más me llegaron fue que nos explicó que si queríamos llegar a alguna parte en el mundo de la doma clásica era necesario que nos fuésemos a Alemania. A pesar de que tenía la opción de quedarme a trabajar en el centro ecuestre de Víctor Álvarez tras finalizar mis estudios decidí apostar fuerte y, tras conseguir el teléfono de Beatriz Ferrer-Salat, la llamé para pedirle algunos consejos para mi futuro profesional como amazona.
¿Hubo suerte?
Sí. Accedió a quedar conmigo y la noche antes no podía ni dormir. Nos encontramos en un pueblo cerca de Girona y fuimos a un pequeño bar. Allí le expliqué que mi intención era marcharme a Alemania. Me daba igual las horas que tuviera que trabajar, el frío y el idioma. Estaba dispuesta a sacrificarlo todo para aprender a montar. Fue entonces cuando Beatriz Ferrer-Salat me propuso trabajar para ella en su finca, Villa Equus, situada al pie del Montseny ¡Ese fue uno de los días más felices de mi vida!
¿Cómo recuerda aquella época?
Comencé a trabajar para ella en septiembre de 2003 y he de reconocer que en un primer momento fue bastante duro porque montaba muy poco. Beatriz me enseñaba a cambio de que trabajara para ella por lo que no cobraba ni un duro y tuve que buscarme otro trabajo para poder mantenerme. Así, entre las 7 y las 18 horas estaba con Beatriz y de las 18 a las 21 horas desbravaba a potros en el mismo club. También trabajaba dos veces por semana en una ganadería de caballos árabes que no me quedaba muy lejos.
Un gran esfuerzo...
Fue una época dura pero mereció la pena. Al cabo de un año empecé a montar más y a competir con los caballos de Beatriz. En el año 2005 me proclamé campeona de España en la categoría de Jóvenes Jinetes y fui miembro del equipo para el Campeonato de Europa. En 2006 fui subcampeona de España de Jóvenes Jinetes y de nuevo formé parte del equipo para el Campeonato de Europa. Además, quedé en sexta posición con un semental negro llamado "Zorro Z" en la Copa del Mundo de Frankfurt.
Dejó aparcada su ilusión de trasladarse a Alemania para trabajar en Villa Equus. ¿Cuándo tomó la decisión de marcharse a probar suerte en el país germano?
A los 21 años decidí que necesitaba un cambio. Con Beatriz había aprendido muchísimo pero tenía ganas de ver más mundo, igual que hizo ella cuando era más joven. Por eso me entendió. La verdad es que encontrar un sitio en el que trabajar en Alemania no es nada fácil porque hay mucha competitividad entre los jinetes para aprender del mejor.
¿Recuerda el día de su llegada?
Sí, era el 28 de diciembre de 2006. Conduje con mi padre desde Barcelona y llegamos por la tarde a Hagen am Teutoburger Wald, un pueblo situado cerca de Osnabrück. Me acuerdo que hacía muchísimo frío. Me instalé en las cuadras Hof Kasselman, donde había más de 150 caballos y alrededor de 30 empleados de diferentes nacionalidades.
¿Se adaptó con facilidad a la vida en Alemania?
Al principio fue duro, no conocía a nadie y no hablaba el idioma. Me sentía bastante sola. Durante los primeros meses trabajaba y volvía a casa. Me costó bastante adaptarme hasta que un día llegó una chica australiana que me ayudaba a preparar a los caballos y en poco tiempo nos hicimos muy amigas. Poco a poco hice mi grupo de amigos y todo fue más fácil.
¿Cuánto tiempo estuvo en Hagen am Teutoburger Wald?
Un año. En Hof Kasselman cada uno montaba a su aire y no era exactamente lo que yo buscaba. Quería aprender de un profesional y cuando me enteré de que Wolfram Wittig, el entrenador de Isabell Werth, buscaba a alguien me presenté y me cogieron. Me trasladé a Rahden, un pueblo muy apartado. ¡Tardaba una hora hasta llegar a la autopista más cercana! Empecé con muchísima ilusión pero un año más tarde tomé la decisión de marcharme. Wolfram Wittig y yo teníamos diferentes puntos de vista y creí que era la mejor solución.
¿Qué hizo entonces?
En un primer momento no sabía que hacer y ese fue uno de los momentos más difíciles para mí en Alemania. Tenía claro que no quería seguir dando vueltas sin llegar a ninguna parte pero no me quería rendir tan fácilmente. No lo había dejado todo para volver con el rabo entre las piernas a casa diciendo que no lo había conseguido. Desde mi punto de vista, Isabell Werth es la mejor jinete del mundo y me propuse trabajar con ella costase lo que costase.
¿Lo consiguió?
Sí. Conseguí su número de teléfono y la llamé. Me presenté y le pedí una cita. Quedamos la semana siguiente y fue como revivir mi experiencia con Beatriz Ferrer-Salat. Estaba nerviosa pero muy decidida. Le expliqué la situación y le transmití mis ganas de trabajar para ella. Werth me dijo que no necesitaba ningún jinete sino solamente un mozo. A mí me daba igual empezar desde abajo, sabía que tenía que demostrarle que estaba dispuesta a trabajar a cambio de que, con el tiempo, me dejara montar.
Así que se trasladó de nuevo...
Sí. Esta vez me instalé en Rheinberg y aquí estoy todavía. La verdad es que es el primer lugar de Alemania donde me veo a largo plazo. Vivo en un pueblo muy pequeño llamado Budberg donde todo el mundo se conoce y donde hay el típico bar donde todo el mundo se encuentra. En este aspecto me recuerda a Sant Lluís. Además, la mentalidad de la gente es más abierta y son muy acogedores. Hay un ambiente muy familiar y eso me gusta.
¿Y a nivel profesional?
Empecé a trabajar para Isabell Werth en noviembre de 2008 y ahora monto nueve caballos al día. Tengo la oportunidad de concursar con sus caballos y ella me entrena. ¡Qué más puedo pedir! Es mi sueño hecho realidad y, a partir de aquí, siento que tengo una buena base para poder llegar lejos.
Se puede decir que ha encontrado su lugar en Alemania...
Sí. En Rheinberg soy muy feliz tanto a nivel profesional como personal. Sé que si quiero progresar debo quedarme aquí los próximos cinco años como mínimo. Gracias a esta experiencia he aprendido muchas cosas como ser duro con uno mismo y a luchar por lo que quieres sin tirar la toalla. Hoy por hoy estoy plenamente dedicada a mi trabajo, tan solo tengo un día a la semana libre pero no me cuesta. Me gusta el orden y tener un plan hacia donde dirigirme, sobretodo a nivel profesional.
En este sentido, debe facilitarle el trabajo el hecho de que los alemanes se caractericen por ser muy metódicos...
Sí. Tener las cosas planificadas es muy típico de los alemanes. Es cierto que a nivel profesional me gusta ser estricta pero en el ámbito personal me gusta más la espontaneidad y eso no se lleva mucho aquí. Todo está demasiado planificado y tiene que funcionar según el plan.
¿Le ha resultado complicado habituarse a las bajas temperaturas?
La verdad es que el invierno se hace duro aquí. El año pasado nevó muchísimo y pasamos varias semana a 20 grados bajo cero. Además, el cielo está gris durante muchas semanas y es un poco deprimente. Es curioso como cambia el carácter de la gente según la estación. En verano todo el mundo está en la calle paseando o yendo en bicicleta mientras que en invierno no hay nadie, la gente no sale y el humor también cambia. El verano en Rheinberg me encanta. Podemos llegar a 28 o 30 grados pero no dura durante muchos días seguidos por lo que no te llegas a cansar. Además, cuando sale el sol y todo está verde es realmente precioso.
¿Visita Menorca con regularidad?
Suelo viajar a Menorca una o dos veces al año. Me encanta la Isla y desde mi punto de vista no se puede comparar con ningún otro sitio del mundo. Hecho de menos a mi familia y amigos y también el olor a mar, oír las olas romperse contra la arena de la playa y el queso, la sobrasada y la pomada...
¿Cree que algún día se instalará en Menorca de manera definitiva?
De momento no me planteo volver a la Isla porque allí no puedo llevar a cabo todo aquello por lo que he estado luchando desde que era una niña. No obstante, siempre llevo una parte de Menorca dentro de mí. Alemania me gusta mucho pero la tierra tira mucho, así que supongo que cuando llegue el momento volveré.
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