Según los especialistas, se puede hablar de la presencia estable de cristianos en Menorca desde la segunda mitad del siglo III. Pero no se registra la presencia en Menorca de algún evangelizador importante del Cristianismo naciente. Es decir, la Iglesia menorquina no es apostólica; no fue fundada por apóstoles cercanos a Jesucristo, ni siquiera por sucesores cercanos. Quienes han podido propiciar las primeras conversiones de habitantes de Menorca al Cristianismo son visitantes que arribaron a la isla por motivos comerciales o, en algunos casos, por motivos más intelectuales. Y la predicación sistemática de la religión cristiana en Menorca es acometida, al parecer, por monjes –de filiación desconocida– que se establecen en la isla hacia el año 389.
Tal predicación habría sido posible desde los tiempos del emperador romano Constantino I el Grande, que en 313 despenaliza la práctica del Cristianismo; y más aún desde 380, cuando el emperador Teodosio I el Grande, nacido en Hispania, impone el Cristianismo tradicional, católico, como religión oficial del Imperio. Recuérdese: los romanos dominan Menorca desde 123 a.C. hasta 455.
Con el Cristianismo tradicional ya enraizado, las doctrinas y los estilos artísticos cristianos llegan a Menorca –como a la Península Ibérica en general– más desde el norte de África que desde Roma. Téngase en cuenta que el norte de África es un reservorio del Imperio Romano, no solo de bienes (alimentarios, minerales, etc), sino también de doctrinas cristianas. A modo de ejemplo, valga citar a dos lumbreras del naciente Cristianismo que se desarrollan en tierras norteafricanas: Tertuliano, tenido por precursor de los teólogos cristianos latinos, nace en Cartago en 160, desde allí escribe, y muere en 220; san Agustín, el gran doctor de la Iglesia cristiana latina, nacido en 354 en Tagaste (en el extremo noreste de la actual Argelia) y obispo de Hipona (cercana a Tagaste), donde –después de numerosos viajes y contactos con grandes personajes coetáneos– muere en 430.
La predicación monástica a la que hemos aludido, que comienza a fines del siglo IV, se ve coronada por el éxito, hasta el punto de que a principios del siglo siguiente, Menorca ya tiene obispo: obispo cristiano tradicional, con sede en Iamona [Ciutadella].
Implantación
Disponemos de varias pruebas acerca de la fuerte y radical implantación, en Menorca, al menos desde el siglo V, de la Iglesia Cristiana tradicional. Detengámonos en tres de ellas:
Primera. La epístola que Severo, obispo de Ciudadela, dirige a la comunidad cristiana para informarles de que más de 500 judíos instalados en Magona [Maó] (y que a la sazón dominaban la administración de la ciudad y del puerto) se habían convertido súbita y masivamente del Judaísmo al Cristianismo. La copia más antigua que de este documento se conserva, se custodia en los Museos Vaticanos, pero es comúnmente aceptado por los especialistas que la epístola original puede ser datada en el año 418. La epístola constituye así un importantísimo documento, no solo para la historia del Cristianismo menorquín, sino también para la del europeo.
Segunda. Junto al obispo Severo, reside unos años en Menorca el teólogo laico –no presbítero ni monje– Consentio, que quizá nace en la Tarraconense romana hacia 380, llega a Menorca hacia 413 y mantiene durante años –en torno al 414– correspondencia epistolar con el obispo de Hipona san Agustín, sobre temas doctrinales. Consentio parece ser coautor –con Severo– de la epístola de 418.
Es de citar aquí que, tanto las actividades de Severo como las de Consentio, permiten suponer la existencia en Menorca, en estos tiempos romanos, de una jerarquía cristiana tradicional más bien intransigente respecto a otras creencias religiosas; la intransigencia de Consentio parece ser la causa de que su correspondencia epistolar con san Agustín revele desavenencias y sea finalmente interrumpida por el santo. Años después, en 430 muere san Agustín en Hipona, mientras los arrianos vándalos –que en 429 habían pasado desde la Península Ibérica al norte de África– sitian la ciudad para luego arrasarla; son los vándalos que en 455 llegan a Menorca –desde el norte de África donde habían establecido sus dominios– y se apoderan de la isla hasta que, en 534, son expulsados de ella por los bizantinos.
Tercera. En el año 534, figura Macario, obispo de Menorca, en la relación de obispos de la Iglesia Cristiana tradicional que son obligados a presentarse ante el rey arriano vándalo Hunnerico, en Cartago.
Aunque no dispusiéramos de otras pruebas acerca de la fuerte implantación y jerarquización de la Iglesia tradicional en Menorca, a la vista de estas tres es ilógico suponer que no se hayan construido iglesias cristianas en la isla antes de la llegada de los bizantinos en 534. Por esto resulta ilógico que no se hayan identificado en Menorca restos de templos cristianos pertenecientes a los más de cien años que transcurren entre –por poner dos fechas bien convencionales– el año 418 de la epístola de Severo y el citado 534.
Hipótesis
Si, como hemos visto, se puede documentar, al menos desde principios del siglo VI, la existencia de una Iglesia cristiana tradicional fuertemente implantada y jerarquizada en Menorca, parece lógico suponer que los cristianos de entonces contarían en la isla –antes de la llegada de los bizantinos– con edificios –es decir, con templos; llámense basílicas o simples iglesias, más o menos grandes y ornamentadas– donde practicar los cultos cristianos.
No habrá habido problema para esta construcción durante el periodo de dominación romana posterior al 313, cuando Constantino I despenaliza la práctica del Cristianismo. Y cuando llegan los vándalos en 455, es posible que estos, para sus cultos cristianos arrianos, hayan utilizado los templos del Cristianismo tradicional construidos en tiempos romanos, o hayan construido nuevos.
En todo caso, resulta extraño que no se haya identificado ninguno de estos posibles templos cristianos romanos o vándalos; templos que, al menos en algunos de sus componentes, podrían distinguirse de las denominadas "basílicas paleocristianas bizantinas".
En consecuencia, quizá no es excesivo suponer que las denominadas "basílicas paleocristianas bizantinas" sean, sí, paleocristianas, pero edificadas sobre fundamentos de templos construidos en tiempos romanos o vándalos. Sabida es la tendencia, desde tiempos prehistóricos, a que los pueblos establezcan lugares sagrados sobre los que van construyendo, a lo largo de los siglos, edificios de culto que son modificados a medida que varían las creencias, las técnicas de construcción y los estilos artísticos.
En resumen: parece más prudente –en tanto no se disponga de nuevos conocimientos sobre el tema– hablar para Menorca de "basílicas paleocristianas", sin añadirles el marbete de "bizantinas". No sabemos, en determinados casos, en qué medida afecta a ellas el componente específicamente bizantino. Debemos esperar a que futuras investigaciones arqueológicas arrojen nuevas luces sobre estos asuntos.
Y una observación final. Cuanto precede no está basado en investigaciones arqueológicas, sino en el sentido común de quien esto escribe: no especialista en estos temas, sino mero aficionado a ellos; y que, por supuesto, se somete desde ahora a mejores opiniones.
(*) Doctor en Ciencias Económicas, UCM