Juan Grau Olmo (Valencia, 1935) hizo la 'mili' en Menorca en el año 1956, estuvo en La Mola y en Gobierno Militar durante 18 meses y desde entonces no había vuelto. Muchos de los nombres de los que fueron sus superiores y compañeros se le han olvidado, pero no el de Olga, la chica que veía a escondidas.
Juan Grau llegó entonces embarcado en las bodegas de un barco, "fue un viaje muy desagradable, la llegada a La Mola también impactaba, los veteranos no lo ponían nada fácil". Aun así recuerda con ilusión su cargo de auxiliar de cierre del cañón del 38 "yo era el encargado de abrir y cerrar la puerta del cañón tras subir la bomba", aunque las maniobras se hacían sin disparo.
Ha vuelto a visitar La Mola, "todo está muy diferente de como yo lo viví, me ha dado mucha pena ver los edificios abandonados en los que habíamos estado", no obstante Juan Grau ha revivido momentos emocionantes al acercarse al cañón. "Lo he podido acariciar aunque no entrar en el porque el día que fuimos la visita no lo permitía". Después de la Jura de Bandera Grau pasó a Gobierno Militar.
"En el Gobierno Militar se vivía mucho mejor, por la tarde hacían revista de limpieza y botas y podíamos salir a pasear por la Explanada de Maó˝. Y fue durante estos paseos en los que conoció a Olga. Era hija de uno de sus superiores y él sabía que su padre se opondría a cualquier tipo de relación, "hice amistad con ella y nos veíamos a escondidas por la Explanada porque los militares nos impedían cualquier relación con sus hijas, habían pasado cosas y querían evitarlas". De Maó conocía tan solo la sede de Gobierno Militar, la Explanada y el puerto. "Yo era el encargado de pasar los partes de los barcos que entraban y salían del puerto de Maó", "también recuerdo cuando íbamos a Es Castell con el sidecar Norton a buscar el correo".
Juan Grau regresó a Valencia al terminar la mili. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios para ser escultor y profesionalmente se ha dedicado, hasta su jubilación, a la talla de ornamentación. Está casado, con la alicantina Dolores que le ha acompañado en su viaje, tienen dos hijos y tres nietos. Juan ya da por sentado que no volverá a la Isla, por ello ha querido dejar el documento que lo acreditaba como artificiero. Se lleva a cambio nuevas sensaciones y nuevos recuerdos más algunas anécdotas como la de esta entrevista por la que dice estar sorprendido y agradecido, "la Isla nos ha parecido muy bella y su gente muy amable, me llevo de nuevo muy buenos recuerdos".