José Muñoz Ferrán, más conocido como "El Cheta" entre el entorno marinero de Torrevieja (Alicante), lleva medio siglo dedicado a la navegación como profesional. El verano pasado se trasladó a Menorca para sacar adelante su proyecto de viajes turísticos con el barco "Noi", un velero clásico de 17 metros de eslora que el viernes amarraba en el muelle de la Trona de Ciutadella.
Y es que el destino de "El Cheta" y la Isla están unidos de alguna forma. Cuenta su amigo José Luis Alarcón, trabajador de Capitanía Marítima de Torrevieja, que durante una visita de ambos a Ciutadella el verano pasado decidieron asistir a una charla en la Caseta de Comandancia organizada por Amics de la Mar. Allí, el carpintero de ribera Miquel Huguet habló a los asistentes sobre los orígenes e historia del puerto en conmemoración del 90 aniversario de la varada del pailebot "Manuel Bonet", el último construido en la rada de poniente.
Cosas del destino
Y por casualidades del destino resultó que "El Cheta" había estado embarcado en el "Manuel Bonet" a los catorce años como grumete, aunque rebautizado por aquel entonces como "Ramón Freixas". Cuenta el experimentado marinero que se trataba de "un señor barco de tres palos" que una vez que dejó de operar en Ciutadella se dedicó "a transportar teja plana de Alicante y sal de Torrevieja". Lo último que se supo de la embarcación clásica es que naufragó en la costa de Orán (Argelia), cerca de la ciudad portuaria de Beni Saf, curiosamente la ciudad de nacimiento de unos de los tripulantes que han acompañado a "El Cheta" en su viaje hasta Ciutadella. "Todo es un cúmulos de casualidades", confiesa el experimentado marinero, en cuyo currículum figura haber completado la travesía del Atlántico con las réplicas de las carabelas de Cristóbal Colón durante la celebración del quinto centenario del descubrimiento de América en 1992.
Menorca
El patrón del "Noi", embarcación con la que pretende mostrar los encantos de la Isla a los turistas este verano, confiesa que aún no ve el momento de retirarse, y que antes de hacerlo le gustaría volver a cruzar el océano. Pero por el momento no hace planes a largo plazo, lo que tiene claro es que "mi casa es el barco". Lo único malo del mar es que le ha costado unos cuantos matrimonios. "Es una profesión difícil de compatibilizar con el amor", reconoce.
Respecto al presente que le toca vivir, confiesa que la reordenación que se ha llevado en el puerto de Ciutadella es "una barbaridad. Ya no tiene ese encanto de puerto mediterráneo. Es una pena". Por otra parte, añade que el "elevado precio" de los amarres en temporada alta le obligará en breve a soltar cabos para fondear en otras partes de la costa de Ciutadella a la espera de poder pasar un buen verano trabajando en aguas menorquinas.