De cada cien metros cúbicos de agua que se depuran en Menorca, solamente dos y medio se reutilizan para el riego. Así se desprende de los datos recogidos por el Observatorio Socioambiental de Menorca (OBSAM), quien además revela que la tendencia al alza que se había registrado en los últimos cuatro años se invirtió en el pasado ejercicio.
De entrada, hay que dejar claro que no todo el agua que se depura en la Isla es reutilizable. Para que lo sea, debe recibir un tratamiento terciario, un sistema que permite que el agua surgida tras todo el proceso pueda ser de nuevo utilizada para algunos fines, básicamente para el riego.
De todo el volumen de agua que se depura en Menorca, aproximadamente el 20 por ciento recibe tratamiento terciario. Es decir, ya de entrada, cuatro de cada cinco metros cúbicos no sería apto para regar porque las instalaciones de depuración no están preparadas para ello.
"No se puede reaprovechar más agua porque las instalaciones de depuración son de baja calidad", apunta Miquel Camps, coordinador de Ordenación del Territorio del GOB.
Así, recapitulando, de cien metros cúbicos depurados, ochenta no pueden reutilzarse. De los 20 restantes, solamente se destina al riego 2,47, según los últimos datos del año pasado. En concreto, en 2011 se reutilizaron 188.523 metros cúbicos de agua de los 7.618.177 que se depuraron en toda Menorca.
Actualmente, el agua depurada se reutiliza solamente en cuatro puntos. Entre las administraciones públicas, solamente el Ayuntamiento de Sant Lluís usa agua procedente de una EDAR para regar zonas verdes de Punta Prima. El Aeropuerto de Menorca también utiliza el caudal resultante de su estación depuradora para su propio consumo. El tercer consumidor de agua depurada es el campo de golf de Son Parc, y el cuarto la única comunidad de regantes constituida y en activo de Menorca, la de Es Mercadal.
Para Miquel Camps, uno de los impedimentos para utilizar más agua depurada es el hecho de que la mayoría de estaciones reciben aguas industriales, es decir, caudal con metales pesados en su composición. "Las depuradoras urbanas no están preparadas para tratar estos materiales", apunta el responsable del GOB, quien cree que la solución en este caso es relativamente sencilla. "Si los ayuntamientos hicieran un control exhaustivo de lo que las industrias vierten al alcantarillado se podría evitar que los metales pesados acaben en las depuradoras e inutilicen el agua tratada", opina. De hecho, una actuación en este sentido ya se ha aplicado en Ferreries y los resultados han sido positivos.
El segundo impedimento es el elevado grado de salinización del agua que llega a algunas estaciones depuradoras. Es el caso, por ejemplo, de la depuradora Ciutadella Sur. En su día, el Ministerio de Agricultura invirtió casi 6 millones de euros para crear una comunidad de regantes que pudiera reutilizar el agua salida de esta estación, pero lo hizo sin tener en cuenta que el caudal surgido tras el tratamiento seguía manteniendo un nivel de cloruros cuatro veces superior a lo recomendado. Así, las instalaciones, ya construidas, quedaron sin uso y el dinero invertido no ha servido, de momento, para nada.
En este caso concreto, además de que el agua de consumo ya es salada desde su extracción, su contenido en cloruros aumenta con el uso industrial y doméstico que se le da. En casa, por ejemplo, el uso de un lavaplatos incrementa el nivel de salinidad del agua porque para el funcionamiento de este electrodoméstico y evitar la cal se le echa sal, que luego va a parar al alcantarillado y, finalmente, a la depuradora. Esta instalación elimina materia orgánica, pero no cloruros, con lo que si el agua entra con exceso de sal, sale con el mismo defecto, y regar con un caudal así perjudicaría el terreno, los cultivos y acabaría infiltrándose de nuevo al acuífero y aumentando al final su nivel de salinidad.
En el caso de Ciutadella, la solución parece pasar por la puesta en marcha de la planta desaladora. Si de entrada el agua consumida contiene menos cloruros que ahora, se utilizarían menos descalcificadores, lo que supondría también introducir menos sal en el caudal que entra en la depuradora y quizás, solamente quizás, el agua tratada después sería reutilizable para el riego.
La experiencia frustrada de Ciutadella paralizó la construcción de una balsa similar en Es Castell, por miedo precisamente al grado de salinización del agua y también por no saber si se contaría con suficientes interesados en utilizar ese caudal para el riego agrícola.